Nos cuesta creer en un Dios que viene de abajo, de donde casi nadie quiere estar Dios siempre nace en las periferias
Dios hace las cosas a su manera, siempre sorprende
Quien viene de la periferia molesta, también en la Iglesia
El desafío siempre es el mismo, entender la dinámica de Dios, descubrir su forma de actuar, asumir una nueva forma de ver la vida, desde lo pequeño, desde lo que no cuenta
Contemplar a Dios cara a cara es la mayor felicidad, y para eso no hay que esperar a ir al cielo. Él ya está entre nosotros, es sólo descubrirlo
El desafío siempre es el mismo, entender la dinámica de Dios, descubrir su forma de actuar, asumir una nueva forma de ver la vida, desde lo pequeño, desde lo que no cuenta
Contemplar a Dios cara a cara es la mayor felicidad, y para eso no hay que esperar a ir al cielo. Él ya está entre nosotros, es sólo descubrirlo
Luis Miguel Modino, corresponsal en Latinoamérica
Nos cuesta creer en un Dios que viene de abajo, de donde casi nadie quiere estar, porque en cuanto tiene la mínima oportunidad se va, un Dios que prefiere estar allí, que siempre quiso estar allí, en las periferias. Es la mejor forma que Él tiene de acercarse a los últimos, y, desde allí, a todos. No es un Dios que vive desde el discurso, sino desde la práctica, desde la Palabra encarnada en el Verbo que se hizo Carne.
Pero, aunque un discurso políticamente correcto lleve a decir lo contrario, quien viene de la periferia molesta, también en la Iglesia. En el centro los modos son otros, muchas veces disfrazados de falso refinamiento, y lo normal, la vida y formas cotidianas, se ven como algo poco adecuado para el lugar, acostumbrado con otras cosas. Molestó, y sigue molestando, que un Papa del fin del mundo llegase al centro de la cristiandad, que la Amazonía inundase Roma, que los refugiados tenga mesa en mantel en los muros vaticanos.
Molesta porque olvidamos, casi siempre intencionalmente, que Dios nació en las periferias, como siempre había sido anunciado por los profetas, y como la historia posterior nos demuestra que sigue sucediendo, también en pleno siglo XXI. Esos José y María, pobretones que vete tú a saber de donde vienen, siguen llamando a las puertas y se les sigue diciendo que no hay sitio, y que no insistan mucho porque si no llamamos a las fuerzas del orden.
El desafío siempre es el mismo, entender la dinámica de Dios, descubrir su forma de actuar, asumir una nueva forma de ver la vida, desde lo pequeño, desde lo que no cuenta. Cada vez que somos capaces de ver en el otro al Dios que llega, es Navidad, cada vez que abrimos nuestra mente y nos dejamos cuestionar por la novedad que viene a nuestro encuentro, es Navidad, cada vez que entendemos que celebramos la encarnación, la humanización de Dios, es Navidad.
Nunca olvidemos que Navidad es más que un tiempo, es asumir el Misterio de aquel que se hace pequeño, querer hacernos pequeños, acoger al que muchos le han dado con la puerta en las narices. Navidad no es un cuento, es una forma de vivir, que muchos ya ignoraron o rechazaron, pero que quien la acepta entiende que esa vida alternativa tiene sentido y nos hace felices. Al final, contemplar a Dios cara a cara es la mayor felicidad, y para eso no hay que esperar a ir al cielo. Él ya está entre nosotros, es sólo descubrirlo.