Juan Bottasso: “la Iglesia, en 500 años en América Latina aportó mucho, pero aprendió poco”.

Estar dispuesto a escuchar, a aprender, debe ser un elemento fundamental en la vida de cualquier misionero, sobre todo cuando la cultura en la que nació y aquella a la que fue enviado son diferentes. El Padre Juan Bottasso nació en Italia y desde hace 59 años es misionero en Ecuador, durante mucho tiempo en medio de los pueblos indígenas, cuyas culturas siempre se interesó en conocer y asumir.

De hecho, el religioso salesiano dice abiertamente que “la Iglesia, en quinientos años de presencia en América Latina aportó mucho, pero aprendió poco, debía ser más disponible para escuchar”. Esa escucha es un elemento fundamental dentro del proceso del Sínodo para la Amazonía, una actitud en la que insiste constantemente el Papa Francisco, pues escuchar nos enriquece, y ayuda a superar el deseo de adoctrinar, una actitud presente en la Iglesia católica en América Latina, según el Padre Bottasso.

De los pueblos indígenas podemos aprender a sobrevivir “a vivir con menos, a convivir con la naturaleza y no tratarla simplemente como si fuera un objeto de explotación. Nos enseñan mucho sobre el sentido comunitario de la vida, nuestro mundo es extremadamente individualista”, señala el salesiano. Pero es importante entender la diversidad de pueblos y de modos de vida de los indígenas, lo que va a influir en la presencia eclesial en la Amazonía, para la que es fundamental, “buscar con creatividad nuevas formas de presencia”.

¿Cómo ha sido su trabajo como misionero a lo largo de los casi sesenta años que lleva como misionero en Ecuador?

No ha sido siempre en el mismo sitio, pues como religiosos dependemos de las órdenes que nos dan. Yo me ordené en el 63 y fui a trabajar en la región amazónica, donde con alguna pequeña interrupción estuve hasta el 79, después me pasaron a la Sierra, donde estuve 10 años, y ahora estoy en Quito. Empezamos la universidad, yo me formé en Antropología, siempre estuve en contacto con las organizaciones indígenas, sobretodo en la valorización de las culturas y la difusión de los valores indígenas.

La Iglesia católica está dentro del proceso del Sínodo para la Amazonía, ¿qué es lo que las culturas amazónicas pueden aportar a esa dinámica sinodal?

Cada cultura es una variedad de formas de vida que ha creado un grupo humano. Lamentablemente, en el pasado, la cultura occidental se creía no sólo superior, sino prácticamente única como expresión sobre las demás, no se enriqueció. También la Iglesia, en quinientos años de presencia en América Latina aportó mucho, pero aprendió poco, debía ser más disponible para escuchar. Lo hicieron algunos misioneros, pero de forma ocasional. Captar los valores, la cosmovisión que tienen, la forma de comunidad, de producción, eso no se hizo.

En otras partes, la Iglesia católica tuvo la capacidad de absorber más de las culturas. Sólo que en América Latina se dio este particular, antes el continente fue conquistado, después fue evangelizado. Eso creó una forma de transmisión de los valores con una cierta deformación, porque el conquistador se sintió superior, y lo que hizo fue adoctrinar a los demás, más que dialogar con ellos, escuchando también sus puntos de vista y apreciando sus valores.

¿Podemos decir que con la llegada del primer Papa latinoamericano, ha aparecido una voluntad eclesial de querer aprender con las culturas latinoamericanas?

Bueno, no empezó con el primer Papa latinoamericano, empezó mucho antes, esta atención a las culturas empieza, para mi modo de ver, alrededor de los años 80, cuando hubo un despertar en el mundo, después de la independencia de Asia y África, con una valoración de todos los pueblos del mundo, y no sólo la exaltación de Europa, hubo toda una atención a la diversidad, a las lenguas, a las culturas.

El movimiento antropológico influyó sobre la mentalidad de la Iglesia, y sobre todo las críticas que nos vinieron, tanto de los indígenas como de los antropólogos y políticos. Esas críticas a veces fueron un poco exageradas, pero otras bastante justificadas, nos han ayudado a renovarnos, no lo hemos inventado todo nosotros, muchas veces han sido los estímulos externos que nos han aportado la nueva visión de las cosas. Por eso, se puede decir que lleva unos 40 años de diálogo con este movimiento.

Este Papa es un poco más sensible, aunque no olvidemos, él pertenece al Cono Sur, que es el que menos tiene variedad de culturas indígenas, que están más arriba, son amazónicas, son andinas, son mesoamericanas.

¿Qué es lo que las culturas indígenas pueden enseñar a la Iglesia de cara a este Sínodo para la Amazonía?

Me parece fundamental que ellos han conseguido sobrevivir aquí, siglos y siglos, sin destruir el equilibrio de la ecología. Nuestra cultura que es voraz, es hambrienta de recursos, está destruyendo el Planeta. Claro que para la mentalidad occidental, los territorios ocupados por indígenas son territorios desperdiciados, no producen, producen poquísimo, pero conservan el equilibrio del Planeta.

En cambio, si lo liberamos todo en manos del gran capital, el capital lo que quiere es explotar, exprimir todo lo que tiene una región en el suelo y subsuelo, los minerales, las maderas, todo. Y eso es muy peligroso, porque contamina, destruye elementos que no son renovables, y sobretodo destruye las selvas, y la selva no se reconstruye, es un sistema extremamente complejo. De tal manera que las culturas indígenas nos enseñan a vivir con menos, a convivir con la naturaleza y no tratarla simplemente como si fuera un objeto de explotación. Nos enseñan mucho sobre el sentido comunitario de la vida, nuestro mundo es extremadamente individualista. Si estamos atentos, hay muchas cosas que podemos aprender.

Usted trabajó en el Vicariato de Méndez, donde durante mucho tiempo se intentó construir una Iglesia más sinodal, ministerial, con mayor protagonismo de los laicos, ¿cómo se concretó todo eso en la práctica?

Eso tuvo una época de cierto florecimiento porque coincidieron unos cuantos misioneros con una visión bastante de futuro. Lamentablemente, después de ese período, que sería de los años 60 a los años 90, hubo un estancamiento y una pérdida de energía por varios motivos. Muchos de los que habían tenido esa visión, envejecieron y fallecieron, el relevo fue insuficiente, mucho menor, pero el fenómeno global, la globalización, que hizo que el interés por las culturas particulares después de 1992, año del V Centenario, cayó empicado, porque los mismos jóvenes indígenas están perdiendo interés por su tradición.

Son ellos, que no miran al pasado, como pasa en todas las partes, no es que sean una excepción. Ellos están interesados en la modernización, en el manejo de la tecnología, lo cual, no sólo no está mal, sino que es inevitable. Pero lo malo es que va de la mano con el abandono de su sentido de identidad, y se insertan en la civilización, entre comillas, pasando no por la puerta grande, sino por la puerta de la cocina, adhiriéndose como miembros de los últimos peldaños de la clase social, con poca autoestima, mediocre preparación, desestructuración de la familia, pérdida de valores, y eso les perjudica enormemente.

Uno de los aspectos que están surgiendo en la Iglesia amazónica es el de los nuevos ministerios. ¿Cuáles podrían ser esos nuevos ministerios?

Para mí eso depende mucho de la zona, porque hay que estar atento de que se habla. La Amazonía está habitada, dicen, por unos 40 millones de personas, la inmensa mayoría no son indígenas. Sobre 40 millones, habrá un par de millones de indígenas, inclusive indígenas ya urbanizados y desculturados. De tal forma que no es fácil, yo no me hago muchas ilusiones, porque en la aldea puedes armar los ministerios con rostro amazónico, pero cuando esos jóvenes van a la ciudad, muy difícilmente quieren continuar con esas celebraciones. Hay que buscar hacerlas a través de otras formas de convocación.

No sé en una ciudad como Manaos o Iquitos, donde hay miles de indígenas, pero no es fácil, porque además son de muy diversas denominaciones, etnias, culturas. No es fácil armar una variedad de ministerios, así que hay que estar atentos a no hablar de lo imposible. Se puede intentarlo, pero hay que saber que la urbanización, que es un fenómeno tremendamente masivo, importante, está nivelando. Hay que buscar cuales son los temas que convocan a los indígenas. No sé si son las celebraciones litúrgicas, yo no sabría decirlo ahora con claridad, sobre todo aplicado a una variedad de situaciones, pero es algo que hay que estudiar.

¿Podríamos decir, a partir de esas palabras, que tan importante como el Sínodo es el Pos sínodo y las posibles aplicaciones de las discusiones sinodales en cada región, en cada diócesis?

Por supuesto, lo que será importante será el Pos Sínodo. Ahora el Pos Sínodo debe recabar una serie de impulsos, sugerencias, también del pasado. Y hay una cosa, entre los indígenas, amazónicos y no amazónicos, la presencia de los evangélicos es masiva, ellos no tienen clero, no tienen esta organización tan jerarquizada. Sin embargo, tienen una capacidad de difusión muy grande. Ellos, por ejemplo, hablando en general, no tienen aprecio por la variedad de las culturas, para ellos es un solo Cristo, una sola Escritura, una sola Fe, lo demás es paja, son cosas humanas.

A pesar de eso, que no comparto, están teniendo mucho éxito, sobre todo con los indígenas urbanos, muy superior a los católicos. Desde mi punto de vista, no se trata de decir como los paramos, sino por qué tienen éxito, qué tienen que enseñarnos, cómo podemos colaborar, por qué vamos a pelearnos los clientes cuando predicamos el mismo Cristo, afrontamos los mismos problemas, es una estupidez que no tiene nombre. Aunque hay que decirlo, ellos están muy poco abiertos al ecumenismo.

Pero en torno de problemas concretos, por ejemplo la invasión de tierras, no vamos a discutir sobre la Epístola a Santiago, o de San Pablo, o el libro de los Macabeos, es un problema concreto, y ahí podemos unir fuerzas. Si nos perdemos en discusiones teológicas, no nos podremos de acuerdo nunca.

¿Podríamos decir que nos falta más un trabajo más en común, más en red, dentro de la propia Iglesia católica?

Dentro de la Iglesia católica, porque también hay a veces corrientes antagónicas, dentro de los cristianos, que manejan la misma propuesta, que es el Evangelio, inclusive sabemos que donde antes estaban casi exclusivamente las misiones, hoy es el estado que está asumiendo la educación, está asumiendo la salud, está asumiendo una serie de responsabilidades. No podemos ser un gueto católico aparte, hay que entrar en colaboración, hay que entrar en diálogo, porque todos trabajamos por la misma causa, que es el ser humano.

Usted es salesiano, que siempre han tenido un papel fundamental en la educación y evangelización de la juventud. Desde un punto de vista amazónico, después del Sínodo de la Juventud y en vista del Sínodo para la Amazonía, ¿cómo debe ser mirada la juventud en la región amazónica?

La juventud, como en todas partes, es el hoy que mira al mañana, que mañana cogerá el manejo de las responsabilidades. A veces han olvidado un poco que la juventud no es un planeta aparte, está insertada en una estructura familiar, hay que verla en el conjunto de la cultura, de la estructura social. No es que el joven asome así, asoma con una herencia de principios, de valores, que trae de su familia. Hay que tener más contacto con la sociedad, aislarnos con los jóvenes, me parece que es un poco empobrecedor.

Segundo, en un tiempo la mayoría de la juventud pasaba por nuestras misiones, hoy son mínimos los números. Entonces hay que buscar otra forma de estar presente, no sólo concentrarnos en nuestras escuelas, en nuestros internados, porque la mayoría está fuera, ya no están bajo nuestro control.

¿Cómo ve el futuro de la presencia de la Iglesia en la Amazonía?

Percibo en algunos campos un poquito de pesimismo, porque no hay el vigor que había en años pasados, por un motivo bien simple, menos personal y más viejo. No es que uno puede funcionar como si todo fuese una maravilla, hay que buscar con creatividad nuevas formas de presencia. No es que vamos a crecer, a ser más mañana, seremos menos, pero jóvenes hay una infinidad, no tenemos que hacerlo todo nosotros. Lo que hay que hacer es suscitar colaboradores, estimular lo que les toca a ellos, no podemos hacer todo.
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