¿Cambio o transformación?
Por otra parte, como decía un jesuita, Tony Mifsud, tal vez es mejor empezar a preguntarse sobre la diferencia que existe entre cambio y transformación. ¿Buscamos realmente un cambio o una transformación? La palabra cambio pone el protagonismo en las propias manos, porque se plantea un ideal a partir del cual se rechaza lo real, es pasar de algo a otra cosa totalmente distinta, además, “podría también involucrar un sentido de falta de autoaceptación profunda”.
La transformación señala un proceso, no rompe con lo que ya uno es, sino que parte de lo que uno es para lograr la plenitud. Es decir, no podemos olvidar lo que somos y precisamente hemos de partir de aquí, no olvidar cuáles son nuestras raíces porque ello nos dará el empuje para darnos cuenta de qué y cuánto hemos mejorado. Es la transformación la que nos da esta posibilidad, es la que nos ofrece un camino, y un camino que habla de todo y cuanto somos.
La transformación es crecimiento, ser uno mismo y descubrir lo que es verdadero dentro de lo que no es auténtico. Por otra parte, no somos nosotros solos los que conseguimos esta meta, sino que en muchas ocasiones no reconocemos o no sabemos ver que el único que es capaz de transformarnos es Dios. Porque una cosa es reconocer los propios límites, tener el deseo de cambiar… y otra es la fuerza con lo que lo realizamos, y para ello necesitamos hacer espacio a Dios en nuestra vida, dejar que el timón lo coja Él, porque solos… no llegamos lejos. Ese “dejarle espacio” no es simplemente decirlo sino vivirlo, es decir, que hemos de “salir” un poquito de nosotros mismos para que entre Él.Texto: Hna. Conchi García.