Clamor del oprimido

Clamor
El salmo 122 es bien actual. Cuantos alzan su voz al cielo pidiendo auxilio. “A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo” (v 1).

El exilio en Medio Oriente es escalofriante, las pateras continúan repletas de personas que cruzan el mar Mediterráneo con la esperanza de llegar a Europa. Muchos de ellos dejan sus esperanzas en el fondo del mar. ¡Cuántos de ellos al verse en peligro eminente deben levantar su voz pidiendo auxilio. Son en realidad como los ojos de la esclava fijos en las manos de su patrona.

Comenta Gianfranco Ravasi en un comentario a los salmos, que en el museo del Cairo hay una escultura que representa un escriba con los ojos del siervo que observan con extrema atención las manos de su patrón para recoger el mínimo gesto de su voluntad, y sus manos atentas para estampar en el papiro la voluntad de su amo. Esta obra de arte egipcia es una representación bien expresiva de este salmo.

Los esclavos no podían alegar ningún derecho, solamente podían esperar misericordia de sus amos. Del mismo modo los que se encuentran en graves dificultades ante un peligro sólo pueden esperar misericordia de lo alto: “Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios” (v 3).Pero nuestra realidad de hijos de Dios, no es una relación de amo y esclavo, sino de padre a hijo. La diferencia es abismal. Saberse hijo de Dios nos da la seguridad que el Señor quiere lo mejor para sus hijos. Él no busca nunca su provecho. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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