Disponibilidad

Isaías
Eh aquí algo que no es tan frecuente: Estar disponible a la voluntad de Dios, pero no sólo de palabra sino con hechos. Este es el ejemplo que nos ofrece el profeta Isaías, este gran poeta del Antiguo Testamento.

Era un ciudadano de Jerusalén que fue llamado o mejor dicho, se ofreció a ejercer la misión de profeta, es decir a proclamar la palabra del Señor en un momento histórico preciso. El texto bíblico no da indicaciones sobre la vida y condición social del mismo, pero por el contexto podemos deducir que era un hombre de reconocida autoridad e influencia en la corte real por la facilidad con que podía presentarse ante los reyes.

El texto sitúa su vocación a la muerte del rey Ozias, en la que tuvo una visión en la cual el Señor sentado en un trono muy alto, su manto cubría todo el templo. Unos seres como de fuego estaban por encima de él. Se decían el uno al otro: “Santo, santo, santo es el Señor todopoderoso, toda la tierra está llena de su gloria”.

Al resonar esta voz las puertas del templo temblaron y el templo se llenó de humo y pensé: “¡Ay de mí! Estoy perdido, he visto con mis ojos al Rey y Señor, yo que soy un hombre de labios impuros y vivo en medio de un pueblo de labios impuros”. En este momento uno de aquellos seres como de fuego voló hacia mí con una tenaza que sostenía una brasa y me tocó con ella la boca y me dijo: “Mira, esta brasa ha tocado tus labios, tus culpas han sido perdonadas”.

Entonces Isaías oyó la voz del Señor que decía: “¿A quien voy a enviar, quien será nuestro mensajero?”. Él respondió: “Aquí estoy envíame a mí”. ¡Admirable disponibilidad! Él se adelanta a la cuestión del Señor ¿Es esta nuestra actitud, o mejor buscamos subterfugios cuando el Señor nos pide directamente algo? (Is 6, 3-11).Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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