Formado de puro barro, bendice al Señor

Bendecid
El salmo 102 es un precioso canto a la bondad de Dios. Invita a cantar la misericordia del Creador desde lo más hondo del alma. Cantar todos sus favores hacia su criatura: “Bendice alma mía, al Señor y no te olvides de sus beneficios” (v 2).

Dios es amor, dice la primera carta de San Juan. Parece que este salmo se adelantó al evangelista, comenta Gianfranco Ravasi. Es un canto al amor y al perdón, un perdón que supera la rigidez de la ley de justicia:“No nos trata como merecen nuestros pecados, ni nos paga según nuestras culpas” (v 10).“Como un padre se apiada de sus hijos, el Señor se apiada de sus fieles, porque conoce de que barro nos formó, se acuerda de que no somos más que polvo” (v 13-14).El capítulo 15, 11-32 de Lucas es la máxima expresión de estos versículos. El Padre pródigo ama a sus dos hijos, tanto al menor, y que nos puede parecer más simpático, como al mayor, trabajador, siempre al lado de su padre, que reclama una justicia radical, fría, sin amor ni para con su hermano menor ni con su bondadoso padre.

El hombre débil como la hierba del campo es finito frente a Dios, por esta razón el autor del salmo después de haber exaltado la grandeza y bondad de Dios, se mira a sí mismo y ve lo poco que es. El salmo 8 en el cual el salmista se pregunta qué es el hombre para que el Señor se acuerde de él, es la pura realidad humana: “Los días del hombre duran lo que la hierba, florecen como flor del campo, que la ventolera seca, y ya no existe” (v 15-16).

Termina el salmo con una invitación a que los ángeles, servidores, del Creador, bendigan al Señor, al igual que todas las obras de la creación y también el propio autor: “Bendecid al Señor, ángeles,… Bendecid al Señor, todas sus obras,… Bendice, alma mía al Señor” (v 20-24).Texto: Hna. María Nuria Gaza.
Volver arriba