Súplica ardiente contra el enemigo (Salmo 139)
El salmista continua con su súplica: “Defiéndeme, Señor, de la mano perversa, guárdeme de los hombres violentos, que preparan zancadillas a mis pasos. Los soberbios me esconden trampas, los perversos me tienden una red y por el camino me colocan lazos” (v 5-6). En el pasado como ahora, los hombres sin conciencia explotan a los pobres que no tienen defensor.
Pero el autor del salmo no quiere la venganza, sólo que Dios le libre del peligro:“Pero yo digo al Señor: Tú eres mi Dios, Señor atiende a mis gritos de socorro; Señor Dios, mi fuerte salvador, que cubres mi cabeza el día de la batalla. Señor, no le concedas sus deseos al malvado, no des éxito a sus proyectos, que los cubra la perfidia de sus labios” (v 9).
Lo admirable de este salmo es la gran confianza que el perseguido pone en Dios: “Yo sé que el Señor hace justicia al afligido y defiende el derecho del pobre”. He ahí una oración para elevar a nuestro Padre del cielo: Que a los oprimidos, a los que no tienen voz se les haga justicia. El gran modelo del inocente perseguido es Jesús.Texto: Hna. María Nuria Gaza.