Él no cometió pecado

El acusador, hombre perverso, sin causa, se vuelve contra el inocente y quiere que en el tribunal se siente a la derecha un acusador malvado para que el justo salga condenado del juicio, que sus hijos queden huérfanos y su mujer viuda (Cf 6-9). Es tanta su maldad que se atreve a pedir a Dios contra el justo. En un momento dado el justo perseguido se vuelve contra su perseguidor. No olvidemos que los salmos están bajo la influencia de la ley del talión: “Porque no se acordó de obrar con clemencia, porque persiguió al pobre desvalido y al atribulado, para darle muerte porque amó la maldición: recaiga sobre él… (16-20). Pero finalmente este pobre perseguido acaba dando gracias al Señor: “Yo daré gracias al Señor con voz potente, lo alabaré en medio de la multitud porque su puso a la derecha del pobre para salvar su vida de los jueces” (30-31).
En este salmo podemos ver a Jesús, el gran inocente acusado y condenado. “El no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando lo insultaban no devolvía el insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga injustamente” (1 P 2,22). Texto: Hna. María Nuria Gaza.