Te contemplaré hasta saciarme

Contemplar a Dios
El autor del salmo diecisiete injustamente acusado, apela a Dios en su angustia:“Señor, atiende a mis clamores presta oído a mi súplica, que en mis labios no hay engaño, emane de ti la sentencia, miren tus ojos la rectitud” (v 1-2). Estos dos versículos y los dos siguiente son un tanto pedantes porque ante Dios no podemos alzarnos como justos sino como necesitados de su misericordia. Sólo Jesús podía rezar con toda sinceridad este salmo.

El salmista tiene plena confianza en Yahvé:“Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío, inclina el oído y escucha mis palabras” (v 6).

Pasa luego a implorar al Señor su misericordia: “Muestra las maravillas de tu misericordia, tú que salvas de los adversarios a quien se refugia a tu derecha” (v 7).
Su confianza en la ayuda del Todopoderoso es tan grande que se siente seguro bajo su amparo: “Guárdame como a las niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndeme de los malvados que me asaltan, del enemigo mortal que me cerca” (v 8-9). Este amparo bajo las alas puede que se refiera a las alas de los dos ángeles que cubrían el arca de la alianza, o quizás también en la experiencia de ver como la clueca protege a sus polluelos cuando se avecina un peligro. Es una imagen campestre que siempre me ha conmovido. Ciertas veces los animales dan lecciones a los humanos, ¿cómo es posible que una madre abandone al hijo de sus entrañas?

Termina el salmo con una hermosa expresión:“Pero yo con mi apelación vengo a tu presencia, y al despertar me saciaré de tu semblante” (v 15). Este despertar personalmente lo refiero al pasar de esta vida a la otra donde nuestra felicidad será contemplar al rostro a Dios. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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