¿Qué es el hombre para que te fijes en él?
Este salmo es muy posible que se refiera a un rey de Israel que antes de partir para la guerra eleva su oración a Yahvé. Dice que el Señor es su bienhechor y su alcázar, su refugio y su escudo. Es como si quisiera recordar los beneficios que él le ha concedido en otras épocas. “Mi bienhechor, mi alcázar, mi baluarte donde me pongo a salvo, mi escudo y mi refugio, que me somete los pueblos” (v 2).
En una lectura cristiana podemos interpretar la lucha contra los enemigos como las fuerzas del Maligno que continuamente nos acometen para arrastrarnos hacia el mal. Siempre tenemos que estar alerta porque en muchas ocasiones el diablo se nos presenta con piel de cordero.
Después de estos primeros versículos el autor pasa a reflexionar en qué es él ante la omnipotencia de Dios:“Señor, ¿qué es el hombre para que te fijes en él, qué los hijos de Adán para que pienses en ellos? El hombre es igual que un soplo, sus días, una sombra que pasa” (v 4). Y continua suplicando: “Señor, inclina tu cielo y desciende, toca los montes, y echarán humo, fulmina el rayo y dispérsalos, dispara tus saetas y desbarátalos” (v 5 y 6). Es decir él poco puede ante el enemigo, pero el Señor todopoderoso lo puede todo.
Su plegaría continua en el mismo tono: “Extiende la mano desde arriba: defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas, de la mano de los extranjeros, cuya boca dice falsedades cuya diestra jura en falso” (v 7-8). Es remarcable como las aguas caudalosas son temibles en las edades pretéritas como lo son en la actualidad. Éstas arrasan con todo. Y los que no pertenecían al pueblo elegido eran mirados como enemigos.
Finalmente su súplica es un deseo de que su pueblo sea un pueblo fuerte, en el que no haya hambre sino paz y bienestar: “Sean nuestros hijos un plantío, nuestras hijas sean columnas talladas, que nuestros silos estén repletos de frutos de toda especie; que nuestros rebaños se multipliquen en las praderas y nuestros bueyes vengan cargados; que no haya brechas ni aberturas, ni alarma en nuestras plazas” (v 11-14). Texto: Hna. María Nuria Gaza.