Tú mantienes mi cabeza erguida
“Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,
tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito invocando al Señor,
él me escucha desde su monte santo”.
Comenta Sr. Anne: “Se requiere mucho tiempo para levantar la cabeza cuando se ha tenido que caminar largo tiempo los ojos bajos.
Cuando Dios formó el mundo, y cada brizna de hierba, la gallina y el conejo, cuando él trabajaba en el jardín del paraíso, hizo arrastrar la serpiente por los suelos, pero amasó el hombre vertical.
Como un árbol plantado en medio del jardín, lo modeló con cabeza erguida. ¿La vaca y el cordero paciendo por los prados, pueden decir lo mismo? Adán echó una ojeada del lado de la serpiente, Caín miró mal a Abel, los hermanos de José le miraron de reojo, y luego sus descendientes se vieron forzados a trasladar ladrillos encorvados como pobres mulas y a bajar la frente.
Se requiere mucho tiempo para levantar la cabeza cuando se ha tenido que caminar largo tiempo cabizbajo. Pero se acabó, Señor, tú mantienes mi cabeza en alto, tú la levantas y la enderezas.
Y puesto que el hombre no sabía tener los ojos en alto, tú te has inclinado más bajo que nosotros, afín de que incluso con los ojos bajos, podamos encontrarte.
En el mundo, los príncipes caminan con la cabeza alta y otros llevan sus equipajes, mientras que la pobre gente no tiene a nadie para que se les lleve. Pero tú,¡oh Cristo!, tú eres un rey que llevas nuestros fardos”. Texto: Hna. María Nuria Gaza.