Una oración para antes del descanso nocturno

El salmo cuatro puede servir como última oración antes de acostarnos para ponernos en manos de Dios. Primero invoca al Señor porque confía que él es su protector, le ha sacado de apuros y espera que su súplica sea atendida.
“Escúchame cuando te invoco, Dios defensor mío,
tú que en el aprieto me diste anchura,
ten piedad de mi y escucha mi oración”.
Se dirige luego a sus contrarios, a los que han difamado su honor y les da a entender que Dios escuchará sus peticiones y pregunta a los descreídos hasta cuando dejarán de acoger al Señor.
“Y vosotros, ¿hasta cuando ultrajareis mi honor,
amareis la falsedad y buscareis el engaño?
Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor,
y el Señor me escuchará cuando le invoque”.
Después a pesar de los pesares, por lo que le hayan podido hacer con la ayuda de Dios, su corazón se siente alegre, más alegre que el campesino que ha tenido una buena cosecha. Tengamos presente que el la época del salmista la cosecha de trigo y vino era muy importante. Pan, vino y aceite eran alimentos básicos para el pueblo de Israel.
“Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría
que si abundara en trigo y en vino”.
Termina el autor del salmo diciendo que al terminar el día puede descansar en paz porque se sabe en manos de Dios. El sueño es un don de Dios, cuando más nos apartamos de él menos descansamos. Si la conciencia no nos acusa de graves faltas dormiremos tranquilos.
“En paz me acuesto y en seguida me duermo,
porque tú solo, Señor me haces vivir tranquilo”.
Con todo en esta época de crisis tan fuerte en la cual hay muchos padres de familia que se han quedado sin trabajo, conciliar el sueño no debe ser fácil. Los que no estamos en esta situación confiemos al Señor la situación de los que sufren insomnio por este u otros motivos y luego reposemos confiados en paz para levantarnos al amanecer dispuestos a reemprender nuestras tareas. Texto: Hna. María Nuria Gaza.