Pasaron las fiestas navideñas y ya la mayoría de las familias han guardado el pesebre, o la imagen del Niño Jesús que ha permanecido en un lugar destacado del hogar. Ha llegado el tiempo que en el lenguaje de la Iglesia se llama tiempo “ordinario”, que durará hasta la Cuaresma que nos preparará a la gran fiesta cristiana de Pascua.
Algunos como antaño, dejan el belén hasta el dos de febrero, día de la Presentación de Jesús al templo.
En todo caso guardar el pesebre o el Niño, de nuestra vista,
no significa que vamos a desterrar a Jesús de nuestra vida, todo lo contrario, guardaremos el pesebre en nuestro corazón y allí junto a José y María continuemos contemplando el gran misterio del Dios hecho hombre.
Junto a María y a José aprenderemos a que Jesús crezca cada día más en nuestra vida, igual que ellos le ayudaron con esmero a desarrollarse como persona humana. Es lo que nos dicen los evangelios:
“Jesús seguía creciendo en cuerpo y mente, y gozaba del favor de Dios y de los hombres”.
Si hacemos de nuestro corazón un santuario donde habita el Señor, seremos nosotros los que
creceremos en gracia ante Dios y seremos bien vistos por las personas que nos rodean.
Texto: Hna. María Nuria Gaza.