De pie, levantad la cabeza

Adviento
Estos primeros días de Adviento la liturgia nos habla del fin de los tiempos. Los Apóstoles, cuando Jesús les habló de esto, querían saber el qué y el cuándo. Pero en realidad lo que a nosotros nos interesa es estar preparados para el día su venida, cuando llegue el momento de nuestra muerte. Que no tengamos que escondernos en el momento de su llamada sino que puesta nuestra confianza en Él, de pie, y en nuestras manos un ramillete de buenas obras, porque la caridad cubre multitud de pecados, podamos decir aquí estoy. De este modo no tendremos que temer el encuentro definitivo del justo Juez sino que como Teresita de Jesús podremos decir “no muero sino que llego a la vida”.

Hay sin embargo, otra venida que este tiempo prepara: Su venida en la historia. Venida de un Niño débil que necesita del cuidado de una madre, la protección de un padre que le ayude a desarrollarse; sin esta atención su vida probablemente quedaría truncada. ¡Qué maravilla Dios quiso hacerse una débil criatura! Dios desea ardientemente venir a nuestro corazón, nuestra espera lejos de ser pasiva es según su deseo llena de actividad, igual que unos padres esperan la llegada de un hijo; con que esmero preparan todo lo necesario para este gran acontecimiento, que no falte nada de lo necesario y en muchos casos hasta lo que no lo es. Su cariño fruto de su amor se traduce en un sinfín de detalles. Todo esto requiere esfuerzo, sacrificio, quizás horas de trabajo extra para poder comprar todo lo que requiere un recién nacido. La alegría de su venida mitiga la fatiga.

De manera similar esperar el nuevo advenimiento del Mesías, el Salvador, nos hará estar en pie, la cabeza levantada y el corazón lleno de esperanza. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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