Un salmista contemplativo

Belleza
El salmo 103 es un salmista contemplativo, en sus primeros versos dice: “¡Dios mío qué grande eres! Te vistes de belleza y majestad” (v 1). Este autor queda admirado por la grandeza del creador que se plasma en la creación. Y ya casi al fin de su poema expresa: “Cuantas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con maestría” (v 22). En el libro del Génesis leemos en el relato de la creación que todas las cosas que Dios creaba eran buenas: “Y Dios vio que era bueno”.

Lamentablemente en la actualidad no queda tiempo para admirar la belleza de lo creado, la vida para muchos es muy acelerada y un tanto rutinaria y no queda tiempo para admirar la belleza de una salida de sol o para admirar la finura de una pequeña flor del campo. Esto es lo que supo captar San Francisco de Asís en su cántico a las criaturas: “Alabado seas, mi Señor. En todas tus criaturas, especialmente en el hermano sol, por quien nos das el día y nos ilumina. Y es bello y radiante con gran esplendor, de ti, Altísimo, lleva significación”. De este modo recorre a todo lo creado para dar una alabanza al Dios creador.

En nuestros quizás pocos tiempos libres tendríamos que saber buscar momentos de silencio para escuchar el canto de un pájaro, el balbuceo de un bebé, el quejido de un anciano. Todo nos ha sido dado por gracia de Dios y a él tenemos que agradecérselo. ¿Lo hacemos o somos indiferentes a lo que nos rodea, a lo que pasa por nuestro lado? Texto: Hna. Maria Nuria Gaza.
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