De las tinieblas a la luz
En los versículos siguientes se desarrolla el motivo de la angustia del salmista: “Que mis días se desvanecen como humo, mis huesos queman como brasas; mi corazón esta agostado como hierba” (v 5). Son expresiones muy expresivas del sufrimiento de este hombre. Después del sufrimiento físico narra los sufrimientos morales que añaden más dolor: “Mis enemigos me insultan sin descanso; furiosos contra mí me maldicen” (v 9).
“En vez de pan, como ceniza, mezclo mi bebida con llanto; por tu cólera y tu indignación, porque me alzaste en vilo y me tiraste; mis días son una sombra que se alarga, me voy secando como la hierba” (v 10-11). Es un fuerte reproche el que hace al Señor. Es que los salmos recogen todas las situaciones humanas en que puede encontrarse el hombre. El libro de los salmos no es un florilegio.
Sigue luego una comparación entre él y Yahvé: “Tú en cambio permaneces para siempre y tu nombre de generación en generación” (v 13). Comparación muy atrevida. Pero luego el salmista pasa del reproche y enfrentamiento a reconocer que Dios es Dios, que se compadece: “Levántate y ten misericordia de Sión, que ya es hora y tiempo de misericordia” (v 14).
El autor del salmo pasa de las tinieblas a la luz: “Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario, desde el cielo se ha fijado en la tierra” (v 21).Es lo que proclama el profeta Isaías: “El pueblo que andaba en la oscuridad vio una gran luz” (9,2).Que toda carne pueda ver esta gran luz que aparece en la celebración de Navidad.Texto: Hna. María Nuria Gaza.