El salmo 135 es como un torrente de acción de gracias, una letanía a la que el pueblo responde: “Porqué es eterna su misericordia”.

Este salmo era para el pueblo hebreo la gran alabanza litúrgica en la celebración pascual. En este himno se profesaba la fe histórica de Israel en su artículo fundamental: La creación, el éxodo de Egipto y su paso por el desierto, el don de la tierra prometida. Es un Dios creador y salvador. Es el Dios de la historia de ayer hoy y mañana.

Primero da gracias al Señor por su bondad, por su misericordia, porque es el Dios de los dioses y el Señor de los señores (V. 1-3). Pasa luego a contemplar las maravillas de la creación. ”Sólo él hizo grandes maravillas: Porque es eterna su misericordia”. “El hizo lumbreras gigantes: porque es eterna su misericordia”, “El sol que gobierna el día, la luna que gobierna la noche: porque es eterna su misericordia” (V. 4- 9).

El hombre de la antigüedad, al contrario del hombre moderno, estaba muy ligado a la creación, mucho más dado a contemplar el cielo y la tierra, porque de ella dependía su vida; actualmente dependemos de las máquinas y cuando éstas se estropean parece que se hunde el mundo.

En tercer lugar pasa a repasar los prodigios que Yahvé realizó a favor de su pueblo haciéndolo pasar de la esclavitud de Egipto hasta hacerlo entrar a la tierra prometida, donde encontraron la riqueza e su suelo. “El da alimento a todo viviente: porque es eterna su misericordia” (V. 10-26).

Este salmo hace subir nuestra oración al Dios del cielo y de la tierra, de todos los elementos. El Dios del sol, de la luna, del viento, de las nubes, de la lluvia; de los mares y de los seres que viven en ellos. De todas las aves que vuelan por los cielos. Dios del hombre, del niño y la mujer; de los pequeños y sencillos y podemos pedirle que continúe a cumplir sus maravillas y a librar a los oprimidos de los potentes y malvados. De esta forma todos los salvados cantaremos: Eterna es tu misericordia. Texto: Hna. María Nuria Gaza.