La vida hoy como ayer no es fácil, y nos sucede de encontrarnos en el atolladero con facilidad: La enfermedad inesperada, la muerte de un ser querido, el estallido de una guerra… Esto lo constataba el pueblo de Israel y
en uno de sus salmos, el 123 lo narra: “Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, que lo diga Israel, si el Señor no hubiera estado de nuestra cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos, tanto ardía su ira contra nosotros” (v. 1,2).
El sufrimiento es como un torrente que todo lo arrastra, como una trampa que te deja enredado en sus mallas. Pero he aquí que de repente la malla se rompe y podemos escapar: “Hemos salvado la vida, como un pájaro de la trampa del cazador, la trampa se rompió, y escapamos” (v. 7). Esto no es lo común. Es aquello que exclamamos cuando sucede: “Ha sido un milagro”. Nos sentimos libres y ligeros como el pájaro que reemprende su vuelo.
Los creyentes, en este caso, nos volvemos hacia Dios, autor de todo bien para darle las gracias: “Bendito el Señor, que no nos entregó en presa a sus dientes” exclama el salmista.
“Nuestro auxilio es el nombre del Señor que hizo el cielo y la tierra” (v. 8). No lo olvidemos nunca.Texto: Hna. María Nuria Gaza.