Benedicto XVI visita la región italiana sacudida por los terremotos El Papa a los afectados por el seísmo: "Mi corazón cercano al vuestro para consolaros"
El papa Benedicto XVI llegó hoy a San Marino di Carpi, en la provincia norteña italiana de Módena, para mostrar la solidaridad de la Iglesia a los afectados por los terremotos del pasado mayo, en los que murieron 26 personas y 350 resultaron heridas.
El pontífice, que viajó en un helicóptero que partió del Vaticano, fue recibido en el campo de deportes de San Marino di Carpi por el Prefecto de la Protección Civil italiana, Franco Gabrielli, y el obispo de Carpi, Francesco Cavina.
Desde allí se trasladó en un autobús a Rovereto di Novi, una de las localidades más dañadas por los seísmos, donde murió el párroco Ivan Martini, de 65 años, mientras intentaba salvar de su iglesia una imagen de la Virgen.
Benedicto XVI les comentó a los emilianos, tras decirles que su corazón siempre había estado con ellos, el texto del Salmo 46, que había meditado «muchísimas veces» en estos últimos días: «Dios es mi refugio y mi fortaleza, se muestra ayuda infalible en mi angustia. Por eso no tememos cuando tiembla la tierra, cuando tiemblan los montes en el fondo del mar».
El Papa les dijo que humanamente es normal pasar miedo «en experiencias como las que habéis vivido» durante los dos terremotos y las abundantísimas réplicas que castigaron esa zona, pero insistió en que la confianza en Dios da «una gran seguridad interior, fundada en la roca inamovible».
En una plaza cuyos edificios mostraban abundantes grietas, Benedicto XVI recordó la reconstrucción de Italia después de la Segunda Guerra Mundial y rindió homenaje a los habitantes de Emilia Romaña pues «os admiran todos los italianos por vuestra humanidad, vuestro carácter sociable y vuestra laboriosidad jovial». Es, efectivamente, una de las regiones más positivas de Italia como demuestra el ritmo a que están reconstruyendo fábricas y escuelas.
El Papa abrazó a los miembros -niños y mayores- de cinco familias que se han quedado sin casa. Para no interferir con las actividades de reconstrucción, Benedicto XVI se limitó a visitar Rovereto di Novi. En cambio, saludó con afecto a representantes de todas las categorías implicadas: los obispos de las siete diócesis, los bomberos, los militares, los enfermeros, los voluntarios y las personas que buscan donativos para la reconstrucción.
El Papa se acercó a un grupo de periodistas para agradecerles su trabajo informando de la tragedia a Italia y al mundo.
La visita papal comenzó en San Marino di Carpi, a donde llegó en helicóptero procedente del Vaticano, acompañado de su secretario personal, Georg Gaenswein, y del sustituto de la Secretaría de Estado, el arzobispo Giovanni Angelo Becciu.
Tras ser recibido en el campo de deportes por el prefecto de la Protección Civil italiana, Franco Gabrielli, y el obispo de Carpi, Francesco Cavina, se trasladó en un minubús hasta Rovereto di Novi.
Allí lo primero que hizo fue acercarse hasta la iglesia de Santa Catalina de Alejandría, prácticamente destruida por los temblores, donde murió su párroco, Ivan Martini, de 65 años, alcanzado por el desplome de parte de la misma mientras en pleno terremoto intentaba salvar una imagen de la Virgen.
Tras orar unos minutos, el papa visitó en un "jeep" descubierto de Protección Civil la llamada "zona roja" de Rovereto di Novi.
Después, ante el presidente de la Región de Emilia Romagna, Vasco Errani, del cardenal de Bolonia, Carlo Caffarra, autoridades locales y provinciales y vecinos del lugar, pronunció el discurso y departió con los vecinos.
A primeras horas de la tarde, desde San Marino di Carpi, regresó a Roma.
Además de los 26 muertos y 350 heridos, los temblores de tierra obligaron a la evacuación de 14.727 personas, muchas de las cuales siguen viviendo en centros puestos a disposición por la Protección Civil italiana.
Benedicto XVI también visitó en 2009 las zonas afectadas por el terremoto que sacudió en abril de ese año la región central italiana de Los Abruzos, especialmente la provincia de L'Aquila.
A mediodía regresó a San Marino di Carpi y desde allí en helicóptero volverá a Roma (RD/Agencias)
Texto completo de la alocución del Sumo Pontífice:
¡Queridos hermanos y hermanas!
¡Gracias por vuestra acogida!
Ya desde los primeros días del terremoto, que os golpeó, estuve siempre cerca de vosotros con mi oración y solicitud. Y al ver que la prueba se iba haciendo más dura, sentí cada vez más la necesidad de venir personalmente entre vosotros. ¡Y doy gracias al Señor que me lo ha concedido!
Así que os saludo con gran afecto, a todos los reunidos aquí, y abrazo con mi pensamiento y mi corazón a todos las poblaciones que han sufrido daños por el terremoto, especialmente a las familias y a las comunidades que lloran por sus seres queridos que han muerto: que el Señor los acoja en su paz.
Hubiera querido visitar a todas las comunidades para poder manifestar mi presencia de forma personal y concreta, pero como bien saben hubiera sido difícil. Ahora, sin embargo, quisiera que todos en cada población, pudieran sentir que el corazón del Papa está cerca de vuestros corazones para consolaros, pero sobre todo para animaros y sosteneros.
Saludo al Señor Ministro representante del Gobierno, al Jefe del Departamento de la Protección Civil y al Honorable Vasco Errani, presidente de la Región de Emilia-Romagna, a quien agradezco las palabras que me ha dirigido en nombre de las instituciones y de la comunidad civil. Deseo agradecer asimismo al cardenal Carlo Caffarra, arzobispo de Bolonia, por las amables palabras que me ha dirigido y que revelan la fortaleza de vuestros corazones, que no tienen grietas, pero que están profundamente unidos en la fe y en la esperanza. Saludo y agradezco a los hermanos obispos y sacerdotes, a los representantes de las diversas realidades religiosas y sociales, a las fuerzas de seguridad y a los voluntarios: es importante ofrecer un testimonio concreto de solidaridad y de unidad.
Como os decía, he sentido la necesidad de venir, aunque sea sólo por un breve momento, en medio de vosotros. También cuando estaba en Milán, a principios de este mes, para el Encuentro Mundial de las Familias, hubiera querido pasar a visitaros, y mi pensamiento se dirigía a menudo a vosotros. Pues sabía que, además de sufrir las consecuencias materiales, estabais sufriendo pruebas anímicas, debido a los continuos terremotos, también fuertes, así como por la pérdida de algunos edificios emblemáticos de vuestras poblaciones, y entre ellos especialmente de tantas iglesias. Aquí, en Rovereto de Novi, en el derrumbe de la iglesia - que acabo de ver - murió don Iván Martini. Rindiendo homenaje a su memoria, dirijo un saludo particular a vosotros, queridos sacerdotes, y a todos los hermanos, que estáis demostrando, como ya ha sucedido en otros momentos difíciles de la historia de esta tierra, vuestro amor generoso hacia el pueblo de Dios
Como sabéis, nosotros, los sacerdotes - y también los religiosos y no pocos laicos - rezamos todos los días con el denominado "Breviario", que contiene la Liturgia de las Horas, la oración de la Iglesia, que marca el día. Oramos con los Salmos, según un orden que es el mismo para toda la Iglesia católica en todo el mundo. ¿Por qué digo esto? Porque en estos días, rezando el Salmo 46, he encontrado esta expresión: "Dios es nuestro refugio y fortaleza,
una ayuda siempre pronta en los peligros. Por eso no tememos, aunque la tierra se conmueva y las montañas se desplomen hasta el fondo del mar" (Salmo 46,2-3).¿Cuántas veces he leído estas palabras? ¡Incontables veces! Sin embargo, en momentos como éste, causan un fuerte impacto, porque sacuden profundamente, dando voz a una experiencia que estáis viviendo ahora, y que comparten todos los que rezan. Pero estas palabras del Salmo no sólo me conmueven porque utilizan la imagen del terremoto, sino sobre todo por lo que afirman acerca de nuestra actitud interior ante el trastorno de la naturaleza: una actitud de gran seguridad, afianzada sobre la roca firme e inquebrantable que es Dios. Nosotros " no tememos aunque la tierra se conmueva " - dice el salmista -, porque " Dios es nuestro refugio y fortaleza ", es "una ayuda siempre pronta en los peligros".
Queridos hermanos y hermanas, estas palabras parecen en contraste con el temor que, inevitablemente, se experimenta después de una experiencia como la que vosotros habéis vivido. Una reacción inmediata, que puede imprimirse más profundamente, si el fenómeno se prolonga. Pero, en realidad, el Salmo no se refiere a este tipo de miedo, y la seguridad que afirma no es la de superhombres que no son tocados por los sentimientos normales. La seguridad de la que habla es la de la fe, por lo cual, sí, puede haber temor, angustia - las ha experimentado también Jesús - pero sobre todo está la certeza de que Dios está conmigo como el niño que sabe siempre que puede contar con la mamá y el papá, porque se siente amado, querido, independientemente de lo que suceda. Así somos nosotros con respecto a Dios: pequeños, frágiles. Pero seguros en sus manos, es decir, confiados a su Amor que es sólido como una roca. Este Amor nosotros lo vemos en Cristo Crucificado, que es el signo, al mismo tiempo, del dolor y del amor. Es la revelación de Dios Amor, solidario con nosotros hasta la extrema humillación.
Sobre esta roca, con esta firme esperanza, se puede construir, se puede reconstruir. Sobre los escombros del postguerra - no sólo materiales - Italia ha sido reconstruida ciertamente también gracias a las ayudas recibidas pero, sobre todo, gracias a la fe de tanta gente animada por el espíritu de verdadera solidaridad, por la voluntad de dar un futuro a las familias, un futuro de libertad y de paz. Vosotros sois gente que todos los italianos estiman por vuestra humanidad y afabilidad, por la laboriosidad unida a la jovialidad. Todo esto ahora es puesto a dura prueba por esta situación, pero ella no debe y no puede mellas lo que vosotros sois como pueblo, vuestra historia y vuestra cultura. Permaneced fieles a vuestra vocación de gente fraterna y solidaria, y afrontaréis cada cosa con paciencia y determinación, rechazando las tentaciones que, lamentablemente, están relacionadas con estos momentos de debilidad y de necesidad.
La situación que estáis viviendo ha evidenciado un aspecto que quisiera que estuviera bien presente en vuestro corazón: ¡no estáis ni estaréis solos! En estos días, en medio de tanta destrucción y dolor, vosotros habéis visto y sentido que tanta gente se ha movido para expresaros cercanía, solidaridad, afecto; y esto a través de tantos signos y ayudas concretos. Mi presencia entre vosotros quiere ser uno de estos signos de amor y de esperanza. Mirando vuestras tierras he experimentado profunda conmoción ante tantas heridas, pero he visto también tantas manos que las quieren curar junto a vosotros; he visto que la vida recomienza, quiere recomenzar con fuerza y valor, y éste es el signo más bello y luminoso.
Desde este lugar deseo hacer un fuerte llamamiento a las instituciones, a todo ciudadano, a ser, aun en las dificultados del momento, como el buen samaritano del Evangelio que no pasa indiferente ante quien está necesitado, sino que, con amor, se inclina, socorre, permanece a su lado, haciéndose cargo hasta el final de las necesidades del otro (Cfr. Lc 10, 29-37). La Iglesia está cerca de vosotros y estará cerca con su oración y con la ayuda concreta de sus organizaciones, en particular de Caritas, que también se empeñará en la reconstrucción del entramado comunitario de las parroquias.
Queridos amigos, os bendigo a todos y a cada uno, y os llevo con gran afecto en mi corazón.