(Valores Religiosos).- Lo primero que se siente al ingresar a su consultorio es el aroma a incienso. Una vez dentro, la premisa que reina en este sexto piso de un edificio en la Avenida Libertadorserá una sola: hablar en voz baja. "Hay dos pacientes, por favor, no gritar", es la orden de un asistente. Son dos ambientes divididos por cortinados negros donde, uno de ellos, tiene una inscripción en letras chinas doradas. Es un viejo mantra taoísta que significa: "Luego de la luz, toda mala energía pierde su forma". Apenas iluminadas por lámparas de sal de color naranja, ocho camillas con sábanas blancas predominan en este lugar donde una melodía oriental suena de fondo.
Frente a las camas y detrás de un escritorio, Liu Ming recibe a PERFIL con una sonrisa. Tiene 45 años y desde hace diez que está en Argentina ejerciendo la medicina tradicional china.
Sin embargo, este médico chino esconde una característica hasta ahora no conocida: atendió durante ocho años a Francisco. Sí, el ahora papa argentino. Fue en septiembre de 2003, en Santiago del Estero, cuando a Ming le tocó atender a un cura cuyo nombre no recuerda. Este religioso fue quien lo puso en contacto con el entonces cardenal, Jorge Bergoglio; éste luego lo llamó y le pidió si podía tomarse la molestia de ir a verlo a la Catedral. "Quiero hacerle varias consultas médicas", le dijo el prelado. "El estaba con varios temas de salud, pero yo no sabía nada. Fui sin saber, ¿verdad?", cuenta Ming quien utilizará esta muletilla durante varios tramos de la charla. "Me contó que le habían sacado la vesícula y que tenía un problema en su hígado. Tuvo una operación de pulmón y andaba con algunas dolencias del corazón del que se tenía que operar."
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