Fantasía sobre una clase de Educación para la Convivencia

Un amigo, via email, me ha enviado un poema satírico, alguien diría de sal gorda, sobre la asignatura Educación para la Convivencia. Investigué en Google, y me condujo a Libertad Digital, donde descubrí el nombre de su autor, Fray Josepho, junto a la versión completa de tan ingeniosos provocadores versos. Como de esta asignatura y su posible relación con la sexualidad adolescente, escribí un post (Homosexualidad adolescente), os invito a echarle un reojillo, y a lo mejor empiezo a sentirme un poco más acompañado en mis particulares observaciones, fruto de una docencia de 35 años en Enseñanzas Medias. Disfrutemos la versión completa de tan ácida, tan brillante pequeña historia, presentada, para facilitar su lectura, con cierta libertad tipográfica.

bblanco


ROMANCE DE LA EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA

En la escuela elemental la jornada ya se inicia y los peques, bulliciosos, hacia el aula se encaminan. Los recibe una maestra concienciada y progresista:

–Callaos, alegres párvulos,
y sentaos, tiernas niñas,
que va a comenzar la clase
de una nueva disciplina,
tal como ordena el Gobierno
del Partido Socialista.
A ver, Jaimito, no enredes;
no grites más, Pilarica,
que empieza la Educación
para la Ciudadanía.
Sacad cuadernos y lápices
de las enormes mochilas
y escuchad atentamente,
que os lo vais a pasar pipa.
¿Quién de vosotros conoce
qué cosa es una familia?
A ver, levantad la mano,
que la respuesta es sencilla.
¡Huy, cuántas manos, qué bien!
Venga, responde tú misma.


Y, allí, desde su pupitre, una rubia de gafitas, con aparato en los dientes, de tal modo respondía:

–La familia es un varón
que se casa (o bien se lía)
con una mujer, su cónyuge,
y en la misma casa habitan,
teniéndose tanto amor,
tanto respeto y estima,
que andando el tiempo, tal vez,
engendrarán criaturitas,
como las que, verbigracia,
en esta clase se apiñan.


–¡Muy mal! Con voz destemplada
aúlla la señorita,
mirando furiosamente
a la marisabidilla.
No tienes remota idea
de lo que ahora se estila.
Seguramente tus padres,
perversos, te mediatizan,
o, anclados en el pasado,
permanecen todavía
y te obligan a pensar
con muy poca perspectiva...
¡Los demás, no recordéis
lo que ha explicado esta niña
y borrad de vuestras mentes
tal superstición indigna!
Y tú, la del aparato,
la de coleta y gafitas,
que sepas que es muy probable
que este curso lo repitas,
por empollona, por facha,
por pedante y por redicha.
Pero, bueno, prosigamos,
tras esta pendencia nimia...

A ver, los que sean "gays"
(nunca digáis "mariquitas")
de los niños de esta clase,
que levanten la manita.
Y que la eleven también,
de entre las alumnas niñas,
las que se sientan lesbianas
("tortillera" es grosería).
Porque debéis saber ya,
queridos chicos y chicas,
que también de homosexuales
se puede formar familia.
Y es que hay una nueva ley,
que ha de ser obedecida,
y ahora los matrimonios
de "matri" no tienen pizca,
y pueden estar formados
por dos chorbos o dos tías,
o tal vez por transexuales,
o personas travestidas,
que no importa de qué género
tengan sus partes más íntimas.
Y lo tocante a los hijos
no es la cuestión sustantiva,
pues los retoños se adoptan
o si hace falta, se alquilan,
que es más cómodo, más limpio
y no da tanta fatiga.

¿Estáis tomando ya nota
de la lección impartida?
Que esto entrará en el examen
y ¡ay de aquel que no me siga!
A ver, os preguntaré,
queridos niños y niñas:
¿ninguno tenéis dos padres
cada cual con sus criadillas,
o dos mamás con ovarios
y con sus sendas vaginas?
¿Nadie levanta la mano?
¡Caray, qué clase más tímida!
¡Salid ya de los armarios,
infantillos e infantillas,
aprended de amores sáficos
y estudiad las sodomías,
que se acercan nuevos tiempos
y hace falta estar al día!
Pero, ojo, no temáis,
porque aquí a nadie se obliga.
Ante todo, tolerancia,
talante y campechanía...

A ver, Mohamedecito,
el de la tercera fila,
que te rebulles inquieto
cual rabo de lagartija,
contéstame la pregunta,
que no es muy comprometida:
¿tienes dos papás, acaso?

–No los tengo, señorita,
porque tengo sólo uno,
que es imán de la mezquita.
Pero mamás tengo cuatro,
como en mi tierra se estila,
según permite el Corán,
que es escritura divina.
¡Que Alá proteja a mi padre
y que a mis madres bendiga!


Al oír palabras tales del pequeñuelo islamita, la maestra, muy turbada, quiere hablar y se trompica, y al fin acierta a decir, azorada y confundida:

–Ejem, ejem... Bueno, niños
por hoy la clase termina;
voy a ver al inspector,
para resolver dudillas...
Guardad cuadernos y lápices
otra vez en las mochilas.
Podéis salir al recreo,
sin bulla ni gritería,
que mañana seguiremos
transmitiendo la doctrina
de la nueva Educación
para la Ciudadanía.
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