Esta mañana, al acercarme al mercado, encontré la zona centro de mi barrio de Madrid, Vicálvaro, empapelada de húmedos carteles. Fotografié uno de ellos. Y aquí lo tenéis, bien rojito, como un pimiento morrón. Lo firma CNT. Y hay que reconocer que técnicamente es perfecto. Una frase breve y provocadora, exigente: "Religión ¡fuera de la Escuela! Por una enseñanza laica, científica y racional". No he visto por los alrededores cartel alguno que proclame: "Educación para la convivencia ¡fuera de la Escuela! Por una enseñanza elegida por padres y alumnos, humanista, integral, abierta".
Un profe de Religión encabeza la marcha portando un crucifijo (denunciaba Nietzsche la cruz como símbolo de un cristianismo moribundo, tristísimo). Y detrás cuatro niñ@s con la cabeza baja como en procesión penitencial de viernes santo, y arrastrando resignados su mochila/carretilla. Evidentemente se escamotea, acaso por ignorancia, la alegría pascual de sentirse iluminados por la Verdad, en Presencia del Dios de la Vida.
Los que quieren abolir la Constitución probablemente conocen muy bien el artículo 27,3 que dice:
Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones
He consagrado lo mejor de mi vida (35 años) a presentar a adolescentes los fundamentos de la vida cristiana. Nunca fue mi propósito hacer catequesis (su sitio es la Parroquia o la Familia), pero puedo aseguraros que presenté, con pasión y honestidad, Valores Humanistas desde la fe. Propuse y motivé vivencias y contenidos, de modo que cada estudiante, acaso agnóstico o ateo, pudiera acoger, rechazar o destinar al desván de las telarañas los sabores y saberes que se cocinaban en un aula viva.
Cuando me jubilé, escribí al Cardenal una carta agradeciéndole la oportunidad que me habían concedido año a año las autoridades de la Iglesia para realizar mi vocación docente con jóvenes. Este sentimiento de gratitud y cierre gestáltico de mi vida laboral lo he expresado en un soneto, Primavera en el aula, del que voy a transcribir aquí únicamente un par de estrofas. Me dirijo a un alumno:
Mi dolorida escoria –cauce oscuro–
se hizo magma de luz, embrión, fermento.
He sembrado mi corazón al viento:
te ha nacido un rosal rojo, maduro.
Nació por tu cerebro adolescente
un rayo de verdad. ¡Y cómo vibro
ebrio de su perfume y lava ardiente!...
El soneto completo, debidamente ambientado gráfica y musicalmente, lo obtendréis pulsando aquí.
