El autobús de los versos dolientes (5). LA CLASE



Acabo de asistir a la proyección de "LA CLASE", magnífico film sobre la educación en la enseñanza media del país vecino. Filmado en vídeo de alta definición con tres cámaras, asistimos al diálogo abierto, honesto, de un grupito multiétnico de adolescentes parisinos con su profesor de lengua.

Somos testigos de la dinámica que se establece, casi, casi en clave de documental, entre los miembros de una clase que, sin imposiciones ni trucos circenses al estilo de Sidney Poitiers en "REBELIÓN EN LAS AULAS", reflexionan con su educador sobre su propia vida y el mundo que les rodea. Ni los chicos franceses son tan salvajes ni el profesor tan genial. En el curso del relato iremos descubriendo la problemática personal de cada estudiante, de su familia, del barrio, etc. Todo contado con talento y sencillez.



Observamos en imagen el rostro de François Bégaudeau, en su papel de profesor modesto y cercano. Pero hay más, porque también es el autor de la novela autobiográfica "ENTRE LES MURS", de gran éxito, que ha constituido la base argumental de este film, y del inteligente guión. Los alumnos, también amateurs en la interpretación, son, en la realidad, estudiantes de instituto. El clima disciplinar del centro educativo no es ni rígido ni blando. Y, aunque desorientados y medio perdidos en las cosas de la vida, irán descubriendo los chicos y chicas parisinos nuevas motivaciones, nuevas ilusiones.

Me afectó mucho la panorámica final sobrevolando la clase vacía (acababa de terminar el curso). Me recuerda la temida, y ansiada, última mirada de cada uno de los treinta y cinco cursos que impartí docencia en un centro de secundaria madrileño como profesor de Religión. Os invito a borrar conmigo la pizarra el último día de clase (pulsando aquí).

Y ahora me voy a permitir una pèqueña travesura. Me apetece daros a conocer un curioso poema que escribí hace tiempo, desarrollando con dramatismo un denso diálogo sobre Dios y su existencia. Algo así como la guerra de eslóganes en autobuses de mi ciudad, Madrid. Ya tenemos rodando por nuesttras calles el clásico: "PROBABLEMENTE DIOS NO EXISTE..." Pero desayunamos todos los días interesantes novedades. La última que conozco: "DIOS EXISTE, CONFÍA EN ÉL".



VIDA DESPUÉS DE LA VIDA



Mi pequeña historia dice así:




MI AMOR, MI PAN, MI AGUA

Aquel adolescente terrorista
detonó su verdad, que nos estalló en la cara:

–¡No existe Dios!



La onda de muerte hirió los corazones.
–¡¡No existe Dios!!


Pupilas asombradas se dilataron como globos de circo.

-¡Dios es un bluf, es un fantasma
para asustar a niños malos!
¡Dios es un cuento de la Banca
para oprimir al proletario!
¡DIOS:
cuatro letras perfumadas
para que sueñen los esclavos!
¡¡Dios ha muerto, muerto, muerto!!
¡¡Viva el hombre liberado!!




El sol se vistió de luto -eclipse-:
noche en el aula.
Las lamparitas de fe
tem–bla–ron
de frío y rabia.


–Para mí, Dios es amigo,
suspiró una muchacha.
Siento su Mano en mi hombro.
Su Aliento enciende mi casa.
Por mi corazón es fuego,
por mi boca risa blanca.



Volvía la luz a los asustados caracoles
que ya asomaban sus antenitas de colores.

–Yo amo a las estrellas,
a las nubes que viajan y reparten la lluvia,
al bebé ya parido que respira y berrea,
y a la tierna escultura
del cráter de una rosa, o de una lámpara
de cristales de uva.
Me pregunto si tanta maravilla
sólo es magma, materia
sin pastor, quiniela de partículas,
o el regalo amoroso de un Corazón artista.


–Yo dudo, dudo tanto.
Creo que soy agnóstico.
Sugiere un chico atormentado.

-Yo no dudo, yo afirmo –canta Rosa–.
Mi ternura hacia Luis es tan divina,
me crece tanto amor desde la entraña,
que siento mi raíz en Dios plantada
y mis fresas maduras y ofrecidas.
Los hombres adoraron desde siempre
al Ser que da la vida
más allá de la muerte:
quizás haya algún pueblo
sin mercado ni escuela,
pero nunca sin templo...



Un resol misterioso, cenital, pura nube,
incendia nuestra clase con plumas de querube.

Mi cañón de tinieblas
me dispara gozoso hacia lo blanco.
Ríe la Luz en mis ojos
asombrados.
Mi carne oscura se enciende, alabastro.
La sombra que me acusaba
vuela siniestra a otros campos.
Desnudo frente al Amor,
¡y no me muero de espanto!
¡Ay, que me vivo vitral incandescente,
llaga, Señor, de tus rayos,


primavera de narcisos,
arcoiris de murano!

Canción de nana en la nube:
Este es mi hijo, el amado.

Hablan de una Luz muy tierna
los muertos que regresaron
–Vida después de la vida–,
y de nostalgia de nardos.





Desciendo
al pie de la montaña.
Y siento que Dios es el terrazo
que me sostiene, la savia
que acaricia mis arterias,
mi aire, mi pan, mi agua.


Que, sin Él, yo sería poco más que un
                                                                vilano
ciega semilla de amor arrastrada
por las corrientes de la noche
para ser plantita,

o
nada…

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