Cirineos Críticos e interpelados.

“Ya me (… añádase la expresión que mejor le encaje) reconocerlo…”


Desde hace tiempo vengo escuchando esta confesión: “ya me (sonido gutural realizado con los labios apretados) reconocerlo, pero este Papa me cae bien” (el final de la frase es más rico en matices: está haciendo las cosas de otro modo, no es como los anteriores, mola mazo,…)



Esta frase la he podido escuchar en sus diversas versiones en boca de mi mejor amigo, de apostatas por la Gracia de Dios, de agnósticos como Dios manda,… y la última ocasión en boca de un antiguo compañero del Seminario con motivo de un gozoso encuentro de antiguos compañeros que reviven viejos tiempos y reavivan una amistad con gusto.


Es evidente que el papa Francisco ha descolocado a más de uno y a muchos, de momento, cae bien.
Pero tras esa frase en la que se empieza con una autoafirmación en la discrepancia, quizá se esconda algo más.


Non solum sed etiam.

Las personas que hacen uso de esta expresión responden a un perfil variado pero puede que coincidan en algunas cosas:
En la Iglesia pre-Francisco vivían muy tranquilos asentados en su discrepancia y crítica feroz a la Iglesia, a una Iglesia que se lo ponía fácil (a los de fuera y a los de dentro) para ponerla a caldo.
La Iglesia con Francisco, sigue teniendo el mismo pasado con sus luces y sus sombras, pero el talante de Francisco interpela, a propios y a extraños; y éstos del “me joroba reconocerlo” puede que hoy, ante la dificultad de encontrar argumentos arrojadizos nuevos, y frente a un discurso como el de Francisco; tirar del pasado ya no tiene sentido. Hoy la Iglesia ha comenzado a dar argumentos más para apoyarla que para criticarla. Empieza a ser una Iglesia pobre y para los pobres, no solo en sus bases, que lo ha sido siempre, sino en la “cabeza”.


En la Iglesia pre-Francisco marcar las distancias con la Iglesia no solo era políticamente correcto, sino valorado positivamente, aplaudido y bendecido por muchos.
Hoy, en la Iglesia con Francisco, mola “oler a oveja”, “hacer lío” y “salir a la periferia”, y muchos ya se están pensando apuntarse a esta línea, subirse a esta ola,… o regresar a casa ahora que parece han abierto las ventanas y corren nuevos aires. O simplemente, desde una respetuosa discrepancia, arrimar el hombro por las mismas causas y sin recelos por hacerlo junto a la Iglesia.
En la Iglesia pre –Francisco algunos pocos representantes de Dios eran la excusa perfecta para mantenerse a distancia no solo de la Iglesia sino hasta de Dios. Excusa porque la razón no daba argumentos de peso ni su vida la oportunidad de abrirse a esa experiencia.


En la Iglesia con Francisco parece que Dios vuelve a susurrar los oídos con voz de Padre, de Padre del Hijo pródigo. Y aunque “cueste reconocerlo” se siente que quizá, “me habla a mí también”.
Empezamos a vivir el fenómeno de “críticos con la Iglesia pero a su lado”.


El que tuvo y retuvo…, seguirá siendo crítico con la Iglesia, pero quizá ahora le cueste menos arrimar el hombro en momentos puntuales o incluso “volver a casa” aunque solo sea como el turrón, por Navidad.
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