Doctores y Doctoras ha de tener también la Santa Madre

El Papa Francisco desea revisar el tema del papel de la mujer en la Iglesia, y la posibilidad de recuperar una figura que ya existió en las primeras comunidades cristianas: las diaconisas.

Las tendencias feministas dentro de la Iglesia han encontrado en esta preocupación del Papa la escusa para poner en portada demandas de equiparación de cargos y responsabilidades en la Iglesia para los dos sexos.

Los comentarios y columnas de opinión se vuelcan más sobre la cuestión de la recuperación de la figura del diaconado femenino que sobre lo que quizá sea el tema principal de la preocupación de Francisco: ¿cuál es realmente el papel que Jesucristo quiso y sigue queriendo para las mujeres en “su grupo”?



Non solum sed etiam


Francisco nos propone una nueva oportunidad histórica para descubrir el verdadero Plan de Dios. Centrarlo solo en un debate sobre si diaconisas sí, o diaconisas no, y si este puede ser el paso previo a sacerdotisas sí o sacerdotisas no, sería, a mi juicio, un planteamiento reduccionista y muy pobre.

Regresar a las fuentes ha sido siempre un criterio demandado y aconsejado en la Iglesia en tiempos de dudas y zozobras. Y volver a las fuentes es volver a Cristo, a la Palabra. Y la Palabra nos dará las pistas de cuál es nuestro lugar, pero siempre en clave de servicio, no de poder.

Por eso es importante que la Iglesia revise el papel, no solo de las mujeres, sino de todos los bautizados, acudiendo a las fuentes y recuperando el sentido originario de lo que Dios quiere de cada persona, en clave de servicio.
Quizá aquí este la explicación del declive de las vocaciones masculinas. Mientras la vocación consagrada estaba ligada a un estatus de poder resultó atractiva durante siglos. Cuando ese poder se ha ido perdiendo, las vocaciones han ido descendiendo. Y quizá por eso la mujer es mayoría en la Iglesia, porque liberada de atributos de poder ha sabido dedicarse siempre a servir. Es como si la diaconía la llevasen impresa muchas mujeres en su ADN, sin necesidad de ninguna imposición de manos que la haga pública y certificada.

Es de justicia, creo, reconocer que sin las mujeres, la Iglesia, no se habría sostenido durante tantos años. En la Historia de la humanidad encontramos que la influencia de muchas personas, y particularmente de muchas mujeres, ha sido ejercida más en la sombra que en los primeros puestos. Y en la Iglesia encontramos también esa realidad.

El otro día mi hijo me hacía el siguiente comentario: “papá, las monjas son más de la mitad de la Iglesia. Están en todo.” Y no le falta razón. Solo en nuestro entorno ha podido observar la fuerza y el trabajo que desarrollan comunidades como las Dominicas, las Hijas de la Caridad o las Hermanitas de los Pobres.

La Iglesia es una institución humana, llamada a evolucionar, a dar respuesta en cada momento a los signos de los tiempos. Quizá un día el acceso al sacerdocio tenga que alcanzar a la mujer, pero, sinceramente, hoy no creo que sea el debate más importante. Creo que, una vez más, el Papa Francisco ha dado en el clavo: acudir a las fuentes para encontrar el originario papel de la mujer en el Plan de Dios para la Iglesia. Y de paso el de todos.
Que luego unas sean diaconisas, sacerdotisas, hijas de Jerusalem, Esclavas de Cristo, Hijas de la Caridad, Hermanitas de los Pobres, limpiadoras del templo, catequistas, ministras de la Palabra, … Para eso están los carismas, y doctoras también tiene y ha de tener la Santa Madre.
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