El reconocimiento de una labor bien hecha. Esta es la base del homenaje que la Diputación Foral de Álava tributará a Egibide este 28 de abril, festividad de San Prudencio, patrón de la Provincia y la Diócesis.
Las fiestas del ángel de la Paz, como se le conoce al santo patrón de Álava, son la ocasión que la Diputación aprovecha para el reconocimiento a personas y entidades que han destacado en su ámbito y son motivo de orgullo para todos los alaveses: La Coral Manuel Iradier, el Club de Natación Judizmendi, la deportista Almudena Cid o la afición del Baskonia son algunos de los escogidos en pasadas ediciones.
En esta ocasión Egibide, el resultado de la fusión de dos entidades que ya arrastraban gran prestigio y prácticamente coetáneas en su nacimiento para la formación profesional: Las Escuelas Diocesanas y el centro de formación técnica Jesús Obrero. Entre ambas instituciones acumulan más de 80.000 alumnos, profesionales cualificados que han sido pieza clave en el despegue industrial vasco del pasado siglo.
Hoy Egibide mantiene la esperanza de seguir formando grandes profesionales en las diversas ramas de su formación. La excelencia de los educadores y los esfuerzos en la incorporación de las técnicas más avanzadas en cada sector permiten seguir ofreciendo al precario mercado laboral grandes y cualificados profesionales.
Non solum sed etiam.
Pero Egibide no es una entidad aislada, Egibide es un eslabón importante de una secuencia educativa en el País Vasco que se agrupa en Kristau Eskola, la escuela cristiana.
Por lo tanto, y seguramente así será reconocido este próximo 28 de abril por alguna de las autoridades que tengan voz en el acto, la Medalla de Álava se concede en esta ocasión a una trayectoria de la labor de la Iglesia en el mundo de la Educación y formación humana y profesional.
Egibide participa de esa seña de identidad de los centros de formación y educación regidos por la Iglesia en los que “la persona” “el ser humano” es el centro de atención, y una formación integral supone abordar no solo los aspectos técnicos y académicos del conocimiento, sino, y para algunos, sobre todo la formación humanística que haga de los alumnos de estos centros “hombres y mujeres buenos”, quizá en el sentido más machadiano del término.
El mundo está necesitado de hombres y mujeres “buenos”, y Eguibide forma parte de un engranaje educativo que tiene entre sus objetivos primordiales la formación de personas.
Una vez más esa máxima que dice que “nadie es profeta en su tierra” vuelve a tener sus excepciones. Egibide, Kristau Eskola, el esfuerzo de la Iglesia por apostar hacia una formación integral e integra de las personas es reconocida.
Cierto que también se siguen cometiendo errores, que no siempre todos los profesionales participan de esa identidad corporativa que hace más fuerte a la institución, que los resultados no son los esperados, que cada generación trae sus propias inquietudes, que la crisis la crisis en la que estamos inmersos invita más al desaliento, que a veces no es oro todo lo que reluce, pero en esta ocasión, sí, la medalla de Álava reluce por una labor brillante, por un proyecto que genera esperanza y que es una de las piezas que puede ayudar a generar ilusión, esperemos que a quien le corresponda que ponga las bases para generar empleo, los buenos profesionales los pone Egibide. Zorionak!