Es Hora de actitudes nuevas desde la Buena Nueva.

Es hora de que la Iglesia deje de ser identificada por las filias y fobias de sus grupos.

Las Comunidades Cristianas Populares, el colectivo Herria 2000 Eliza y la Coordinadora de Sacerdotes de Euskal Herria anunciaron su adhesión a la marcha en favor de los derechos humanos de los presos de ETA y el fin de la dispersión, convocada para el sábado día 11 de enero por la red Tantaz Tanta. Portavoces de las plataformas expusieron en un manifiesto de apoyo a la marcha de Bilbao su demanda a la sociedad, y en especial a los obispos y al conjunto de la Iglesia vasca, su implicación a favor de la justicia, la libertad, la convivencia y la paz política y social.

Nuevamente el posicionamiento de sectores de LA IGLESIA EN EL PAIS VASCO, ha suscitado en diversos foros, entre ellos en los comentarios en la web de Religión Digital, manifestaciones de indignación, algunas con expresiones poco acertadas, ante la nueva exhibición de apoyo de estos colectivos de LA IGLESIA EN EL PAIS VASCO a manifestaciones de colectivos pro-etarras.


Non solum sed etiam.

Parece que el fin del uso de la violencia por parte de ETA es un hecho “irreversible”, aunque monseñor Uriarte desde su “prudencia pastoral” no descarte que se retome el camino de la violencia. Ciertamente mientras la banda terrorista no desparezca y su arsenal sea entregado y destruido, la duda es legítima.
Pero si apostamos por la paz hemos de actuar desde posturas positivas, y, pensar que ETA no volverá a matar, es un deseo positivo, para todos.

A lo largo de la historia desde la creación de la banda terrorista ETA, el apoyo directo y expreso, material y verbal de miembros de la Iglesia a la banda, a sus propósitos y/o a miembros concretos de ETA, es un hecho aceptado. A lo largo de esta misma historia miembros de la misma Iglesia han apoyado de forma directa y expresa, material y verbalmente a las víctimas del terrorismo de ETA, por lo general estos casos se han llevado más discretamente.

Seguramente cada cual hizo y estuvo donde creía en conciencia que debía de estar.

La misma Iglesia ha vivido esa dualidad de “dos bandos” que tanto daño ha hecho.

La misma jerarquía de la Iglesia, unas veces por decir y otras por callar, ha vivido y formado, en algunos momentos, parte de esa “dualidad” tan contraria a la “catolicidad” que debe prevalecer.

Ciertamente que la misión profética y de denuncia es propia de la Iglesia, así como la dimensión caritativa. Pero, y es una sensación muy personal, la sociedad hoy, en un porcentaje alto, se reparte entre quienes les es indiferente lo que diga y haga la Iglesia y quienes viven en el hastío de ver una y otra vez ese apoyo partidista expuesto públicamente.

Esto me hace pensar si no habrá llegado la hora de que la Iglesia, en aras de la paz precisamente, muestre una actitud plenamente católica/universal: es decir acompañar, como Iglesia Católica (sin más apellidos) a esta sociedad en su conjunto en el camino hacia la paz. Y que esta sea la “voz” y la “imagen” pública de toda la Iglesia. Una voz y una imagen que bien podrían intentar liderar nuestros pastores. Ello no quita para que cada cual, individualmente, mantenga su cercanía a las personas concretas con las que, por los motivos que sea, le une una empatía personal. Pero esa actitud cristiana, si nace desde la fe, no tiene por qué publicitarse si provoca afrenta en “el otro prójimo”, que también es tuyo.

Vivimos un tiempo nuevo que exige actitudes nuevas, y la de la Iglesia ha de ser la que siempre debió ser, la puesta en práctica de LA Buena Nueva PARA TODOS.

Es hora de que la Iglesia deje de ser identificada por las filias y fobias de sus grupos (colectivos); estos son abertzales, estos fachas, estos progres y aquellos carcas,…, al final 1 Corintios, 3.

Por otra parte no resulta creíble que el apoyo de algunos “colectivos de la Iglesia” a ciertas causas se haga desde planteamientos evangélicos, suenan más a planteamientos mundanamente políticos, legítimos sí, pero más propios de un colectivo social y no confesional. ¡Claro que hay que defender los DDHH!, los de todos, pero si se hace como Iglesia, sin sesgos partidistas. Dicho de otra manera los presos de ETA merecen les sean respetados sus derechos, pero por ser personas, para nosotros hijos de Dios, no por ser asesinos ni miembros de una banda terrorista. Y si desde la Iglesia hemos de posicionarnos a favor del reconocimiento de estos y otros derechos, de estas y otras personas, ha de hacerse con unos brazos que se extiendan no solo hacia un lado, han de ser brazos abiertos que abarquen a todos, porque para nosotros todos son hijos de Dios. Y esto exige a todos los que de verdad se sientan miembros de la Iglesia a adoptar actitudes nuevas desde la Buena Nueva. Ah! Y pastores con el carisma que se precisa para estos nuevos tiempos.
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