Misionera Juliana Bonoha: “Espero que un día África vuelva a sonreír”

La hermana Juliana Bonoha pertenece a la Congregación de Misioneras de la Caridad, y tras superar la cuarentena a la que fue sometida cuando fue repatriada junto con el hermano de la orden San Juan de Dios, Miguel Pajares, ha regresado a la casa que la congregación tiene en Elizondo, donde realizó el noviciado y comenzó su vinculación a Navarra y al Osasuna.


Aprovechando su paso por tierras navarras hablamos del évola y su experiencia en torno a esta enfermedad.
“Recuerdo cómo vivíamos con una imagen de que el évola era una enfermedad que estaba muy lejos de nosotros. Las primeras noticias venían de Guinea Conakry y más tarde de Sierra Leona y luego llegó a Liberia. A nosotros el évola nos llegó cuando un chico de Guinea Conakry vino a Monrovia a visitar a su hermana. Su hermana se puso enferma y vino al Hospital de San Juan de Dios donde estábamos nosotras. Como la mujer no hablaba inglés llamaron al hermano Patrick para poder entenderse con ella. El Hermano Patrick además de ser el director del centro era también enfermero y le debió tocar para ver cómo estaba la mujer. Ahí se contagió él y después todos los que atendieron al hermano Patrick. Cuando se detectó que era évola ya era tarde. El hermano Patrick murió el 2 de agosto. Más tarde morirían otras personas, el 7 otro de los hermanos, el día 9 la hermana Chantal y ya en España el hermano Miguel. ”


La hermana Juliana trabajaba en el almacén del Hospital San Juan de Dios en Monrovia y eso posibilitó que su contacto con los enfermos fuese inexistente. No obstante, cuando se le ordenó desde la comunidad que aceptase la repatriación junto con Miguel Pajares, en su regreso fue tratada como persona de alto riesgo y por ello fue conducida al Hospital Carlos III de Madrid para ingresar en un periodo de aislamiento y cuarentena.


“Lo que más me costó fue dejar a las hermanas allí. Pero me decían: - Juliana tienes que marchar, no podemos quedarnos todos y morir, alguien tiene que quedar para contar la historia


Los 21 días de aislamiento que ha vivido la hermana Juliana los asumió en parte como un retiro espiritual. Como un tiempo de desierto.

“Yo me he acordado mucho de los días que pasó Jesús en desierto. He rezado mucho y he pedido que la gente de África se salve. Estoy muy agradecida al padre Enrique, el capellán del Carlos III que cada día me leía por teléfono el evangelio y me ofrecía un pequeño comentario. También me hacía llegar a diario la comunión.”


Pero no todo fue retiro. La radio le hacía compañía y sobre todo le permitía seguir los partidos de su equipo, el Osasuna. Esto dio lugar a una pequeña anécdota: “Yo me pensaba muchas veces que estaba sola y en una ocasión me puse a celebrar un gol del Osasuna. Enseguida vinieron la gente del Hospital pensando que estaba mala, que me había pasado algo. Yo no sabía que me observaban de continuo”
Tras terminar el noviciado en Elizondo Juliana permaneció 16 años en España y durante su estancia en Pamplona fue afianzando su afición por el club rojillo hasta el punto de que cuando fue destinada a África no dudó en conseguir una equipación completa del equipo navarro y organizar un osasuna txiki con los niños en Malavo. Sueña con regresar a África y crear nuevos “osasunas” con la cantera de las casas que regentan sus hermanas allí donde le destinen.


La orfandad en África es un drama que se repite de manera recurrente y por causas diversas.
“Recuerdo que cuando hace 5 años fui destinada al Hospital de San Juan de Dios en Liberia me encontré con muchos niños huérfanos a causa de la guerra. Otros quedan huérfanos por culpa de las enfermedades, de las epidemias: el sida, el cólera, el paludismo, … el hambre. Yo espero que un día África vuelva a sonreír.”
Juliana tiene la doble nacionalidad española y de su país de origen, Guinea Ecuatorial. Ella defiende el papel que España está ejerciendo en la ayuda internacional, y no lo hace por patriotismo, tiene argumentos y ha podido comprobar personalmente el valor de esa ayuda humanitaria.


“Recuerdo un día que un musulmán me dijo: - hermana Juliana, España es de los países que más quiero. Siempre ante cualquier catástrofe España se encuentra entre los primeros países que prestan su ayuda- Y es verdad. En los cinco años que he estado en el Hospital San Juan de Dios he podido ver la ayuda humana y material que España ha ido aportando.”

Por eso ante la típica pregunta de ¿qué podemos hacer desde aquí? La hermana Juliana responde “mantener lo que ya se viene haciendo”

Non solum sed etiam.

La voz de Juliana suena a Africa, una tierra que dicen que si la visitas te atrapa. Que se queda en tu retina, que permanece en tu paladar, que se instala en tus oídos, que se fijan sus olores y fragancias y que nunca olvidas las texturas que un día pudiste palpar. Por eso me quedé como titular ese deseo que comparto con Juliana: “espero que un día África vuelva a sonreír.”
La estampa de unos niños negros felices, sonrientes, con una sonrisa en la que sus dientes destacan sin ser “profiden”, es la imagen que más recuerdo de las publicaciones misioneras.
Es curioso como una de las instantáneas más comunes de los pueblos empobrecidos y machacados sea la de sus niños sonriendo. Es la imagen del contraste, es una imagen que interpela. Es una imagen que reclama al mundo que África tiene derecho a seguir sonriendo.
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