El obispo de Vitoria bendice BerriOna, un proyecto para las periferias.


Escucha, Elizgune, Misión, Acogida, Fede, Encuentro, Inclusión, Otoitz, Isiltasun, Betel, Diálogo, Solidaridad.

Todas estas palabras, en castellano y euskera , identifican el nuevo proyecto diocesano que comienza su andadura este 8 de junio. Berri Ona, Buena Nueva, o lo que es lo mismo Evangelio, es un espacio pensado para las periferias y ubicado en las periferias urbanas de la ciudad de Vitoria, concretamente en Gabriela Mistral 27 esquina Bratislava, barrio de Salburua.


La Diócesis se sintió interpelada por la encíclica del papa Francisco, y en el seno de la reflexión de este documento surgió la iniciativa denominada BerriOna, que responde al objetivo del ‘Proyecto Pastoral de la Evangelli Gaudium en nuestra Iglesia Diocesana – Una Iglesia en salida nº1’ que dice: “Promover iniciativas de acercamiento y servicio evangelizador a los sectores más distanciados de la comunidad”. Y que tiene como telón de fondo las palabras del Papa Francisco cuando nos invita a “imaginar espacios de oración y de comunión con características novedosas y significativas para los habitantes urbanos” (EG 73). Y a “salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG 20). “Para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se conviertan en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la auto-preservación” (EG 27).
Al frente de este proyecto se encuentra el sacerdote Jesús Santamaría, quien describe el papel que pretende jugar esta “propuesta” y “apuesta” diocesana:

¿Por qué no se pensó en una parroquia? Responde Santamaría: “En estos tiempos en los que en una ciudad como Vitoria-Gasteiz ya funcionan 37 parroquias se pensó que para esta zona de Salburua eran suficientes referentes los templos de San Joaquín y Santa Ana y la iglesia de Elorriaga para toda la vida sacramental y que la zona y la población daba la oportunidad de poner en marcha una experiencia piloto en la línea de lo que pedía el Papa Francisco. Por otro lado somos conscientes de que mucha gente no se acerca a las parroquias y queremos ofrecer un espacio diferente para que sean escuchados, para orar en otro contexto y para acercarse a la Palabra de Dios con nuevas fórmulas.”

Berri Ona pretende convertirse en el hall de entrada a la espiritualidad cristiana para los no iniciados.

Dentro de esa respuesta de la Diócesis a la llamada de Francisco sorprende que el obispado haya puesto al frente del proyecto a un sacerdote cuando la iniciativa está exenta de una vida sacramental y parecería más propio de una tarea para laicos, en estos tiempos en los que se reclama el papel de estos en la Iglesia. Santamaría responde: “No se descarta esa evolución. Yo me sumé a este proyecto cuando me lo propusieron pero comparto la posibilidad de que el mismo pase a manos de seglares pasado un tiempo.”

El obispo de la Diócesis, Juan Carlos Elizalde, acompañado del Vicario General, Fernando Gonzalo-Bilbao son los encargados de inaugurar este centro con la bendición de los locales y a la espera de poder hacer balance de esta iniciativa el próximo año.

Non solum sed etiam



Como esto es ya una opinión personal, he de empezar diciendo que no termino de verle “la cosa” a esta iniciativa. Y me explico:
Cierto que esta iniciativa encaja en el reto lanzado por Francisco, pero creo que corre el riesgo, tal y como se presenta, de aparentar un proyecto que lo mismo podría ser cristiano católico, evangelista, mormón o Bahaí, o incluso un local de los servicios sociales del Ayuntamiento dedicado a la escucha y la atención ciudadana. Eso en cuanto a la estética. Que para gustos están los colores, cierto. Pero también pienso que en esta sociedad de lo efímero, lo “sin” y de lo descafeinado al final se valora más lo auténtico y lo perfectamente identificable. Es decir el café, café.

Por otro lado y ya más en el plano interno. Con todo el aprecio que le tengo a Jesús Santamaría, o a cualquier otro sacerdote que hubiese aceptado el reto de poner en marcha una novedosa experiencia diocesana. Pero no es, como además él mismo reconoce, un proyecto que tenga más sentido en manos de laicos comprometidos que de un sacerdote. Máxime cuando no hay prevista una vida sacramental a la que los sacerdotes están ligados casi en exclusividad.
No pretendo tirar piedras a mi propio tejado, ni quitar mérito a los impulsores de esta iniciativa. Al contrario, deseo que hayan dado con la clave para acercar a Cristo a muchos de los que se encuentran en las periferias existenciales de la espiritualidad, que tienen hambre de Dios pero que no aciertan a encontrar el espacio donde encontrarse con Él. Espero de corazón ser, en el tiempo más breve posible, un “santotomás” y entonar con humildad un “¡Señor mío y Dios mío!”.

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