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El fenómeno de los comentarios en las redes sociales a raíz del asesinato de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco, ha desatado un debate social sobre temas como la libertad de expresión, los límites de la misma o la necesidad de legislar el uso de las redes sociales en materia de opiniones personales.


El ministro del interior, Jorge Fernández, anunciaba públicamente una investigación para identificar a los autores de algunos comentarios que podrían calificarse como delictivos.


Non solum sed etiam.


Podría añadir más datos que se han ofrecido en diversos medios sobre este asunto, algunos como que la “alarma” en ambientes policiales ha saltado al comprobar que la inmensa mayoría de los Tweet (tuit) eran originales, no eran textos RT (retuiteados), y se daban cifras de 200.000 tweets.
Desde el eterno planteamiento de que mi opinión es una más, que comparte el mismo riesgo de acertar o equivocarse en los juicios o en las observaciones, todo este asunto me invita a compartir el siguiente comentario.


¿Quién no ha dicho, o escrito, “en caliente” algo que no respondía realmente a su verdadera opinión?
¿Cuántos han defendido la pena de muerte, “la justicia por su mano”, la cadena perpetua o “la guerra santa”?
¿Quién no ha sentido que la sangre le hervía frente a un Bretón o un Angles?


Desde mi humilde opinión lo preocupante no es tanto el rio de comentarios improcedentes e inhumanos que se han vertido. Me parece más importante definir qué hay detrás de esta reacción en un ágora pública y global como son las redes sociales. Qué puede explicar que un hecho cuyas raíces puede que estén solo en un asunto personal (aunque mezcladas con la actuación de una persona en el ejercicio de un cargo público) hayan traspasado lo personal para reflejar sentimientos contra la clase política en general.


- ¿Puede estar detrás el deterioro de una clase política que brilla más por sus escándalos e impunidades que por su trabajo a favor de todos?
- ¿Puede estar detrás una cultura del “todo vale”, “aquí no pasa nada”, “aquí nadie dimite”, … instaurada en una sociedad supuestamente de libertades?
- ¿Puede estar detrás un problema de educación en valores como el respeto al otro, la búsqueda del bien común, el justo reparto de las riquezas, … en definitiva una educación en la paz, la libertad, la igualdad y la fraternidad?


Algunos expertos opinaban en los medios que no se trata tanto de legislar nuevas normas para perseguir los delitos de apología de la violencia en las redes sociales, como de aplicar las leyes que ya existen para esos delitos cometidos fuera de las redes sociales.
No digo que no haya que estudiar el perseguir los delitos en cualquier ámbito en el que se comentan; pero ¿para cuándo vamos a dejar el invertir tiempo, esfuerzo y dinero en prevenir, en educar, en fomentar las virtudes del ser humano?


El buen ejemplo, el testimonio ( de quienes están arriba o por delante) siempre ha sido la mejor vacuna y el mejor antídoto contra todo aquello que rechazamos.
Los mayores han de ser un ejemplo para los pequeños, los que tienen una responsabilidad social, familiar, educativa, política, empresarial, …frente a los que viven y conviven pendientes de las pautas que estos marquen.


Nada puede justificar un asesinato, pero sí hay hechos que pueden explicar comportamientos y opiniones que respondan a los 7 pecados capitales.
Quizá sería bueno recordar también las 7 virtudes:
Ante Soberbia - Humildad
Ante Avaricia - Generosidad
Ante Lujuria - Castidad
Ante Ira - Paciencia
Ante Gula - Templanza
Ante Envidia - Caridad
Ante Pereza – Diligencia
Justo 140 caracteres, todo un tweet.
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