Cuando muchos ya no esperábamos Apareció aquella figura blanca

(María Victoria Gómez).- ¡Ha sido tan bello este mes del tiempo de Pascua iluminado por la Luz del Resucitado, y la sonrisa limpia y llena de bondad del "Obispo de Roma, Francisco..."!

Aquella tarde del trece de abril, cuando muchos, como los discípulos de Emaus ya no esperábamos...", apareció aquella figura blanca, en profunda sencillez y con una mirada en la que brillaba (serían efectos de la noche y los focos potentes que la enmarcaban) una luz humilde pero penetrante, atravesando en aquel silencio de varios minutos, los corazones de los que contemplábamos aquel "paisaje" inédito, envolviendo en ternura toda la Humanidad.

Sí, fue un sentimiento muy interior el que me hizo percibir aquella mirada como la de un hombre bueno que me hizo recordar la respuesta de Jesús al joven rico que le llamó "Maestro bueno"...¿Por qué me llamas bueno? -. Bueno sólo es Dios". Es verdad. Cuando en nuestro corazón se enciende la llama de la BONDAD tenemos que darnos cuenta que es el Señor quien nos ha mirado con su Bondad.

Y allí estaba Francisco, con su mirada llena de luz, y su sonrisa, todavía silencioso, envolviendo con su bondad, la Bondad de Dios en él, no sólo a los que contemplaban desde la Plaza de San Pedro sino a la Humanidad entera. Sus palabras fueron sencillas, breves, adecuadas al acontecimiento que estábamos viviendo, pero pronunciadas por un hombre que se percibía fuertemente, ungido por la paz y el amor infinitos de Dios.

Después habrán pasado más cosas - tenían que pasar -. Habrá muchos que estén mirando con filtro sus actitudes, sus palabras, su teología, su vida anterior. De todo habrá. Pero aquel momento sagrado de silencio denso, penetrante, nos hizo comprender a muchos, que estábamos ante un Discípulo de Jesús que vivía su Evangelio y que, como diría una y otra vez, estaba con los pobres más pobres con la sencillez y servicio que estuvo el Maestro.

Lo demás ya lo iremos viendo, pero algo ha quedado muy claro: el corazón del Papa Francisco nos ha reflejado claramente que lo que quiere darnos desde su puesto de servicio, es la esencia del Evangelio HOY. Es muy importante que su teología sea la que emana del Evangelio, pero esto lo irá desgranando día a día en algo muy importante: en su conocimiento y cercanía al hombre y a la mujer del siglo que vivimos y que no va a aceptar y creer tanto por lo que otros le lleven de tal o cual teólogo, laico, cristiano de a pie...sino que será él quien escuchará a la persona interesada y que no habrá condena sin diálogo fraterno y humilde.

Es más cómodo escuchar desde el despacho diferentes informaciones sobre alguien concreto, persona o grupo, pero él escuchará o se pondrá en contacto con los que él crea debe hacerlo. Ha tomado claramente el camino del Evangelio, el camino de Jesús. En todas las veces que le he podido ver, siempre me ha parecido un hombre que ha cuidado y cultivado mucho, intensamente, su vida interior, allí donde sólo llega la "brisa suave...el toque delicado" que le permitirán vivir esa íntima unión con en Único Señor de su vida, y desde ahí contemplar con la mirada de Dios, las cosas y los casos.

No es lo mismo ver amanecer que leer en un libro cómo es el amanecer.

Amor, cercanía, sonrisa de bondad que le fluye desde dentro, belleza que se ve en el exterior porque él la lleva como un don especial. Unidad por la que hizo que descubriera en su amigo rabino la parte de verdad que le correspondía y compartían juntos...Es lo que pido a nuestro Dios para nuestro Papa Francisco: QUE DIOS SEA DIOS EN ÉL y que le lleve a esa unidad tan deseada por Jesús y que expresó como su anhelo supremo: "Padre, que todos sean Uno, como Tú en mí y yo en Ti, que todos sean Uno para que el mundo crea".

Volver arriba