"No podéis servir a dos amos", de Bernardo Pérez Andreo Francisco Henares: "La Iglesia que ha de pervivir es la de los profetas"

(Francisco Henares Díaz, profesor de Ecumenismo e Historia de la Iglesia en el Instituto Teológico de Murcia)- De vez en vez, yo hablo aquí del último libro que estoy leyendo, o de alguna noticia que me ofrece el periódico o la TV. Todo son espejos del mundo que vivimos. Sólo se necesita plantarse ante el espejo y mirarse uno a la cara, pero más hacia dentro.

El libro que leo es obra de Bernardo Pérez Andreo, un alumno mío que tuve en Teología hace pocos años, y ahora es él profesor, y un cargo importante en la Facultad de Teología Fundamental en el Antonianum de Murcia. Somos ambos profesores, en el mismo sitio, pero él vivió en Francia la experiencia de la emigración y el duro trabajo.

Lo recuerdo ya de alumno, en Murcia, y cuando dialogaba él o se discutían temas actuales. Yo apreciaba ya la diferencia que va entre quienes viven y piensan, y quienes sólo piensan. El tiempo, después, y los libros y artículos que publica, me han convencido más todavía de lo mismo.

Joven (con poco más de 40 años) titula este libro de ahora: No podéis servir a dos amos. Y de subtítulo: Crisis del mundo, crisis en la Iglesia.

Obviamente, ese título de los dos amos es una conclusión tras una mirada a las páginas, pero viene bien ahora que empiece yo por ese final, porque tras una serie de cuatro capítulos, presentando el panorama actual en el que vivimos enredados, luego, otros tres capítulos, nos empujan hacia otro mundo posible, desde una visión fraterna y cristiana.

Esa conclusión mentada no tiene vuelta de hoja. Volvemos al célebre dicho de Jesús el Señor: no podéis servir a dos amos. Otros traducen: no podéis servir a dos señores. Veo más intenso nombrar a los dos amos, porque hablamos de ellos en toda la historia humana y hoy mismo.

Bernardo no se anda con zarandajas. Escribe una prosa ágil, útil, sin aderezos, tan directa que nos coloca ante nuestras muchas contradicciones.

Una de estas es la repetitiva tentación de usar mecanismos de excusa,
que decimos en sicología, con tal de no admitir las verdades del barquero, es decir, cómo me las maravillaría yo para servir a dos amos a la vez, y quedar mi conciencia tan pancha; cómo hacer que las dos caras de la luna sean la misma, y así (¡qué bien!) todos cabemos en la misma barca.

Verdaderamente, el ser humano tiene vocación de titiritero. Le gusta estar en la cuerda floja; sigue allá arriba, hace como que se va a caer, pero siempre se tiene sobre la cuerda. Pues bien, aquí no vale ese malabarismo. Dice Bernardo que "en un mundo herido por el pecado no se puede pertenecer al mundo sin ser partícipe de su pecado. La única manera de ser instrumento de salvación sin dejarse atrapar por las redes del mal es estar en el mundo sin ser como el mundo".

Algunos de mis oyentes dirán: ¿volvemos al circo, o sea, al más difícil todavía, que es la esencia circense? Pues sí, efectivamente. Pero eso es lo grande y revolucionario, diría yo. He ahí una teología de la liberación, escuchando a Cristo, quien oraba así: Padre no te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del mal.

Ciertamente, alejarse del mundo, esconderse, podría ser una huida; y meterse en el mundo hasta los ojos es una recaída, es decir, lo peor de un cáncer. Y, sin embargo, lo que Cristo pide es una tensión dialéctica. Es la de mirarnos al
espejo, y resituarnos, por ejemplo ante la globalización, como lo hace Andreo.

Conforme se está llevando en nuestro mundo, tiene aquélla mucho de demoníaca. De ahí que se presente en este libro al Cristianismo "como crítico a los imperios y a la globalización". He ahí los dos amos juntos: imperio y Satán. Y al creyente cristiano le toca desdemoniar, asperjar, limpiar un mundo descaminado que ha perdido la hoja de ruta humana y divina.

Por eso, la Iglesia que ha de pervivir es la de los profetas, creyentes profundos, comprometidos profundos. Habla nuestro autor en las últimas 50 páginas de algo tan diacrítico como vivir una serie de alternativas. Por
ejemplo, la política del éxodo, ética samaritana (recordemos: parábola del Buen Samaritano);la de la mesa compartida, la del amor kenótico (Cristo siendo igual a Dios no tuvo a menos rebajarse y ser como uno de nosotros; he ahí el himno que recoge Pablo de Tarso y lo muestra a los filipenses).

El libro es crítico, pero hermoso mucho, que decía Sta. Teresa. Leyéndolo he
recordado a José María González Ruiz, mi profesor de aquellos veranos en la Escuela Bíblica de Vitoria, quien decía que una teología que no se iba a mirar a la basura era una basura de teología. Lo decía más en andaluz, pero guardaremos las formas del bien hablar.

El libro lo ha editado Herder. Vayan corriendo a comprarse un ejemplar. No todo van a ser novelas y recetas.

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