"Simplemente un misionero, simplemente un cristiano" Juan Cabo Meana CMF (1953-2916), misionero, hombre de Dios

(Xabier Pikaza).- Simplemente un misionero, simplemente un cristiano. Ha fallecido, en plena madurez, tras cuatro días de enfermedad, en Gijón, su tierra, hace una semana, el 27 de agosto pasado. Había ido de Ferrol, donde ejercía como párroco de varias parroquias rurales y como superior de la comunidad de Misioneros Claretianos, para visitar a su madre.

Le dio tiempo de verla, de darle un abrazo y despedirla. No pudo más. Un dolor fuerte le llevó al hospital, donde murió a los tres días, hace como digo una semana, de pancreatitis aguda, de fuerte infección que venía incubando desde los años fuertes de su vida misionera en la selva del Perú, donde seguía viviendo, pues "más vive al alma donde ama que donde anima" (San Juan de la Cruz).

Era de la raza de los grandes misioneros claretianos, que he podido encontrar desde Argentina hasta Guatemala, desde Brasil hasta México, hombres que han dado su vida por la Vida de los otros, compartiendo, animando, ofreciendo caminos de esperanza, a ras de tierra, con la gente, a ras de cielo, con la palabra siempre dispuesta a la escucha, al diálogo, a la sorpresa del amor que brilla y llama en Cristo.

Había nacido en Nació en Castiello, Berneueces, (Asturias), el 31 de marzo de 1953. Creció en su tierra, creció "en el mundo", para ingresar ya maduro y formado en la Congregación Claretiana, donde emitió sus votos perpetuos el año 1982, partiendo ese mismo año para Perú, como misionero.

Fue misionero en Perú de costa a selva, en cuerpo y alma, durante 22 años (1982-2004). No fue con todo aprendido... Fue a dar y aprender, y aprendió mucho..., con la formación más amplia de España, de América, del mundo, siempre desde el evangelio

En Perú estudió teología, allí aprendió a ser presbítero de la Iglesia, al lado de los más pobres, de todos, no como privilegio o dignidad, sino como servicio.

Tuvo siempre una palabra humana de compensión, una actitud cristiana de perdón, una tarea evangélica de solidaridad. Era un alma, todo alma: Ojos abiertos a la sorpresa de la vida, corazón dispuesto a la solidaridad.
Las dos fotos son de él... ¿La del centro?

Un camino de vida, un servicio de humanidad, una tarea de Iglesia

Volvió a España el 2004, y ha sido en estos últimos años superior de la comunidad claretiana de Ferrol, párroco de pueblos y aldeas, siempre al servicio de la vida de los demás, como un niño sorprendido por el don de la vida que es de Dios, es decir, que es nuestra y que nosotros muchas veces malgastamos.

No es mucho lo que he podido disfrutar de su amistad y su palabra, pero ha sido algo muy intenso, estos últimos años, a través de amigos comunes, a través de la palabra directa y de varios encuentros entrañables.

Seguía con asiduidad mi blog, venía leyendo algunos de mis libros, y así hemos conversado, nos hemos escrito... Me ha animado cuando creía que debía animarme, me ha mostrado sus reservas cuando yo me hacía demasiado teórico o dogmático (¡siempre con amor, siempre con cercanía... y creo que siempre con razón!).

Me ponía de vez en cuando un correo, en especial sobre el infierno que vamos creando en este mundo, sobre la necesidad del perdón y de la comprensión, sobre la exigencia de un cambio fuerte en la Iglesia, sobre la exigencia de una vida más evangélica, más fraterna... con su estilo fuerte, con su vocabulario intenso (¡lleno de expresiones claras y castizas!), con su inmenso mar de amor de fondo, mar abierto para todos, verde de esperanza.

Era amigo de los pobres a los que dedicó su vida, incluso estando enfermo, en los últimos meses, sin querer reconocerlo, sin tiempo para sí, con todo su tiempo para los demás, cientos que llamaban a la puerta de su vida para recibir consejo, para escuchar siempre una voz de ánimo y ayuda.

Era amigo de los amigos, hombre de fidelidad inmensa, de consejo de verdad, de compañía siempre dispuesta a la acogida, a la palabra.... Era un hombre de verdad, en la vida social, en la vida de la Iglesia, en la teología... Así le recuerdo, buscando y desplegando el testimonio de su vida madurada en el amor intenso a los demás, en sus parroquias, en su comunidad, con sus amigos comunes.

La última vez que le he visto fue en abril. Fuimos Mabel y yo para un cursillo, y nos invitó a comer junto a Ferrol, a la ver del mar, en la ría de Ares. Fue la última conversación, sobre el futuro de la Iglesia, sobre el sentido de la vida, sobre el amor, con José Enrique, nuestro amigo común.

Fue un día bueno. Yo no sospechaba que sería la despedida. Pero así ha sido. Después nos hemos dirigido unos correos..., sin saber tampoco que le estaba llegando la muerte, como de sorpresa, en su tierra de Asturias, donde había ido para "despedirse" de su Madre.

Sé que en el hospital tuvo el mejor recuerdo para todos sus amigos, incluso para mí. Apenas tuvo unas horas para reconciliarse con la vida de Dios, no las necesitaba, estaba reconciliado desde el fondo de la sonrisa de su alma. Le lleno la infección general, y así quedó "dormido" durante dos días, para despertar en la Gloria del Padre, el sábado pasado, 30 del 2016.

Le han recibido sus campesinos y pobres de Perú, muertos antes que él. Le acompaña su inmensa sonrisa, su inocencia de niño grande, su amor de compañero fiel, cristiano intenso.

Juan, hombres como tú no tenían que morir. Pero habiendo muerto, nos acompañáis a vivir. Juan, tú no has muerto por ninguna enfermedad externa... Has muerto por madurez interior, porque has dado todo, te has dado hasta el fin, y así dándote, has llegado a la orilla de la Vida de Dios, junto al mar de tu tierra, y le has dicho: ¡Aquí estoy! Y él, nuestro Dios, aquel a quien tú amabas amando a los demás, te ha recibido.

Gracias por haber vivido, gracias por la amistad que nos has ofrecido. Gracias por la luz que han llevado en tu alma. Un abrazo, con un beso de Mabel. Desde ahora, hasta pronto.

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