Antonio Aradillas Mitras vascas y catalanas
(A. Aradillas).- Son muchas y reiterativas las expresiones rituales de "por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa", con las que la liturgia sagrada insta a celebrantes jerárquicos, o no tanto, a marcar los pasos de su vida pastoral y los de sus misas.
No obstante, y tal vez por aquello de la entitativa santidad de "Nuestra Santa Madre la Iglesia" y de sus representantes -todos intangibles y virtuosos hasta sociológicamente- , el "iter" que siguen sus comportamientos apenas si se ajusta, o conjuga, con el que recorren el resto del pueblo de Dios y de quienes aspiran a serlo.
Partiendo de este supuesto, demostrado en variedad de ocasiones, era de esperar que la reacción de las víctimas de la ETA ante la leve petición de excusas - "ambigüedades, omisiones y complicidades"- no pudiera ser otra que la del rechazo. La Iglesia- la de los obispos vascos y su acolitado-, estuvo íntimamente comprometida con la organización terrorista, meciendo su cuna, manteniéndola en parte e indulgenciándola.
Prueba contundente de esta verdad es, entre otras, la inexistencia de atentado alguno contra la institución eclesiástica, sus intereses, obispos, sacerdotes y familiares. Consta, por ejemplo, que los etarras, con su fanatismo, se abstuvieron de reclamar la autoría de uno de sus crímenes, cuando se enteraron de que la víctima era primo de Mons. don Juan María Uriarte Orúe, entonces obispo de Bilbao, "por no indisponerse con el prelado".
Es, fue- y está tan documentada la buena relación de las mitras vascas -Bilbao, San Sebastián, Vitoria, Pamplona-Tudela y Bayona- con la ETA, que la simple lectura de la suave petición de perdón así lo advierte, volviéndose a echar de menos en el documento subscrito por estos obispos, las firmas de los eméritos Mons. Setién y Uriarte, a quienes, de vergüenza, se les debieran haber caído al suelo sus solideos respectivos.
En este contexto, me sorprende que el Rvdo. P. Ignacio Arregui, me increpe personalmente en un comentario a mi artículo "Obispos vascos y catalanes",
con inocente e inocua alusión a mi "trayectoria política en los periódicos "Arriba" y "Pueblo". Por ahora ",y bajo secreto de confesión", me limito a referirle que en estos medios "oficiales" de comunicación del "Régimen franquista", fui tanto o más libre que él pudiera haber sido en la cúspide o en los aledaños de "Radio Vaticano". En ellos pude trabajar, y trabajé, a favor del advenimiento de la democracia-"Proceso a los Tribunales Eclesiásticos", divorcio, coeducación, relaciones Iglesia-Estado, promoción del Vaticano II, libertad religiosa, aspiración de la mujer al sacerdocio..."et sic de coeteris", bastante más que el referido padre jesuita -"Vocero oficial de Dios"- desde los medios eclesiásticos de comunicación, en los que él trabajaba entonces, y cuya censura en esta vida y en la otra, se nos adoctrinaba estar garantizada por el mismísimo Espíritu Santo.
Tal censura -la eclesiástica- no tuvo parangón con la vigente en cualquier país o religión, sin tener que aducir aquí los casos trágicos e inhumanos de Giordano Bruno, fray Luis de León, san Juan de la Cruz, santa Teresa de Jesús, Miguel de Cervantes y tantos y tan preclaros teólogos post conciliares al Vaticano II, de la misma Orden o Congregación fundada por su paisano y homónimo san Ignacio.
En relación con otro comentario sobre idéntico tema, pero este "catalanizado", efectuado por el "estupefacto" padre Ramón M. Nogués, "sacerdote salesiano", reconozco que es extremadamente difícil el diálogo. Y es que, tal vez, como "buen catalán", desconoce el castellano. Por ejemplo, se refiere a mi "deplorable comentario final acerca de los obispos catalanes". "Comentario", según relata la RAE, es "explicación, interpretación o crítica, que se hace a una obra o escrito para facilitar su comprensión o valoración".
En mi texto, al que parece hacer referencia el reverendo padre salesiano, yo me limito literalmente a formular unas preguntas "a quienes corresponda". Nada más que eso. Nada de comentarios.
Por supuesto que la cita a la "violencia" que me propina como propia, es interpretación personal suya, que ronda las lindes de la indecencia verbal. En mis preguntas jamás se incluye ni la idea ni la palabra "violencia", ni la física ni la otra. Me ahorro proseguir con el razonamiento, dado que, cuando no se puede, o no se quiere, mantener relación alguna con la RAE , por lo de "real", "academia" y sobre todo, por lo de "española", por buena voluntad que se tenga por una parte y por otra, el entendimiento es tarea imposible.
Los tiempos de san Jorge, con su espada flamígera, no tienen sentido en la actualidad. Lo tendrán la rosa y los libros. Tampoco lo tienen los instigadores de patrioterismos y menos los que lo hacen "en el nombre de Dios" y al margen de leyes tales como las de carácter constitucional o estatutaria, sin temor alguno a que sus báculos, mitras y solideos, abaciales o episcopales, se avergüencen de asentarse en tan sacrosantos lugares.
A los educadores, y más a los "religiosos", les está reservada una buena misión. Perdone esta reverencial sugerencia.