José Ignacio Calleja: "¡Qué fracaso de los obispos de Madrid!" Monseñor Agrelo: "Los deshauciados caben todos y caben siempre en la catedral"

(Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger).- La noticia es ésta: "Desalojado de la catedral de La Almudena un grupo de afectados por los desahucios" (Religión Digital). "La policía desaloja a un grupo de personas que se había encerrado en la catedral de La Almudena" (info Católica).

La catedral, por si fuese oportuno recordarlo, es aquella iglesia en la que el obispo tiene su cátedra, signo del magisterio y de la potestad del pastor de la Iglesia particular, y también signo de unidad de los creyentes en aquella fe que el obispo anuncia como pastor de la grey. La catedral es signo de la comunidad de los fieles, que son el verdadero templo de Dios, y es imagen del Cuerpo místico de Cristo, cuyos miembros se unen mediante un único vínculo de caridad.

Los desahuciados, sean veinte o veinte mil, caben en la catedral, caben todos y caben siempre. Caben los que en su lucha se acogen al calor de la comunidad eclesial; caben los que en su necesidad buscan la solidaridad de la comunidad, su complicidad, su colaboración, su compromiso; caben los que desean explicitar la dimensión política de la fe cristiana; y caben, por supuesto, quienes sin el apoyo de una fe personal, se apoyan en la fe de la comunidad para pedir justicia.

Pero de eso, que sería normal encontrar entre los muros de cualquier iglesia, nada se dice en la noticia de la que hablamos.
No sé lo que la Iglesia de Madrid, lo que las Iglesias de España, están haciendo por los desahuciados. No es necesario pregonarlo, pero lo es discernir qué hacemos por ellos, qué más podemos hacer por ellos.

Lamentablemente, los que entraron en La Almudena -son ellos quienes lo dicen-, no pretendían encontrarse con la comunidad ni apoyarse en ella, sino sólo utilizar, no sé si decir instrumentalizar, el edificio que la representa.

En el episodio, poco edificante, a la Iglesia no se le ha pedido nada de lo mucho que ella puede hacer, y se le ha impuesto algo que es impropio de su quehacer.

Entrar en la catedral envueltos en el manto de la desconfianza y el engaño es evidencia de que, entre unos y otros, hemos abierto un abismo en la comunicación, comprensión y estima recíprocas, y lejos de cerrarlo con el necesario acercamiento, con la fuerza de la caridad y de la verdad, lo ahondamos con las herramientas de la ficción

Me pregunto, lo pregunto con todo respeto y cariño y apoyo para quienes sufren la muerte del desahucio, me pregunto si en iniciativas como la de La Almudena, no se desliza un olvido de la dignidad de los otros, pariente político de aquel otro olvido que pone al dinero por encima de las personas.

La Iglesia sólo pide colaborar. No creo que nadie de la Iglesia haya llamado a la policía para desalojar la catedral, pero cuando lo que sucede en un lugar no se corresponde con lo que allí es normal, lo normal será que aparezca la policía.

Santiago Agrelo

¡Qué fracaso de los Obispos de Madrid!

(José Ignacio Calleja, teólogo).- El desalojo de la Almudena, Catedral de Madrid, de un grupo de personas afectadas por los desahucios, llevado a cabo por la policía, exige conocer exactamente quién lo exigió y con la policía entrando en el templo. Y, por cierto, con las armas al cinto.

Quien lo decidió, y autorizó que fuese con la intervención policial, se merece la crítica más rotunda en la Iglesia. El que tiene una responsabilidad eclesial se supone que está la altura del Ministerio que se le encomienda, y con criterios éticos, evangélicos y pastorales resuelve las situaciones que a otros podrían desbordarnos. Ésta es la cuestión, y no la estúpida demagogia de hacer lo mismo que haría un Banco o una Delegación de Hacienda.

Para resolver un encierro en una Iglesia igual que el Delegado del Gobierno, y con la policía dentro del templo, no necesitamos Cardenales, sino Sargentos de la Guardia Civil.

Toda la demagogia del mundo es poca contra quienes resuelven un encierro de desahuciados en una Iglesia, recurriendo a la Policía y dejando a ésta entrar al templo, dos horas después de iniciarse. ¡Me estoy hablando con esa gente tres días con sus noches hasta dar con una salida justa y digna del Evangelio, pero con ellos!

La Policía en la calle y contra la violencia injusta con los inocentes. O, ¿es que vamos a llamar violencia a esta mini-ocupación de La Almudena, nosotros, los seguidores del que tuvo que nacer en una cueva porque no había un sitio para él en la posada?

La vida social española nos reta ocasionalmente con la escenificación de la parábola del Buen Samaritano, y la resolvemos mil veces mal, con prisa para llegar al templo, o para cerrarlo, como en este caso.

¿Qué sabor tendrán esta mañana de domingo las Eucaristías celebradas en ese mismo Templo de la expulsión precipitada y por la fuerza? Y, como supongo, ¿qué valor tendrán las palabras por las que celebrante diga que el problema no era de solidaridad, sino de lugar y oportunidad, ¡si las dice!?

Mientras los ministerios de gobierno en la Iglesia no los entendamos bajo el primado del servicio, y especialmente, de los sufrimientos de los más pobres del mundo, imposible que "la nueva evangelización" sea de Jesús.

Es nuestra, sólo nuestra, y a la medida de nuestra mediocridad eclesiástica. A veces reconocida con títulos varios, hasta "el cardenalato", pero mediocridad al cabo. Hay casos en que hasta la demagogia es legítima.

José Ignacio Calleja

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