(Xabier Pikaza).- Hemos visto ayer a los siete fundadores de la misión cristiana, siguiendo a Pedro que ha dicho: ¡Me voy a pescar! (21, 3). Pero no han logrado nada y vuelven vacíos y cansados por la madrugada.
Entonces ven a un hombre en que emerge de la orilla de la tierra y les invita a de nuevo. Ellos lo intentan, consiguen mucha pesca y el Discípulo Amado descubre que el hombre de la orilla es Jesús, el Señor, y así se lo dice a Pedro.
Éste es el comienzo de la nueva tarea misionera de la Iglesia: Pedro que estaba desnudo, sudando en el mar de la noche, con el torso, los brazos y las morenas al aire de la madrugada, se ciñe la túnica leve y se lanza al agua, para encontrar antes a Jesús, para verle y tocarle en la mañana, para llevarle los peces...
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