(Xabier Pikaza).- Han quedado atrás las luces de la gran Bahía de Buenos Aires, las veredas de la gran ciudad, con miles y miles de "cuadras" para recorrer. En ese contexto he pensado que necesitamos un albergue en el camino... Que paren los camellos de Abraham, con sus mujeres sus hijos... Que lleguen las bodas con el ángel Rafael, que cura y bendice las uniones...
Quizá sólo necesitamos un Albergue, como decía el titulo de nuestro coloquio: El Cosmos, un Albergue para todos los creyentes... Una casa es quizá demasiado; más que casa fija par asentarnos en ella, el mundo entero es un albergue para seguir caminando, una posada, como decía Teresa de Jesús.
Más que trashumantes comos nómadas, porque el trashumante vuelve cada año a los mismos pastos, retorna por un tiempo a su choza, pero el nómada no vuelve; sale sabiendo que nunca podrá refugiarse de nuevo en su punto de partida, como Abraham, en el principio (Gen 12, 1-3).
Así somos, nómadas de la vida, en busca de albergue, como Moisés y Séfora, con su hijo Gersón, en el camino de Egipto; hay que tomar una decisión pronto, aunque sea "cortando" una parte de nuestra vieja carne, como hizo Séfora, nuestra matriarca (Ex 4, 25).
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