La voz profética del Papa en Palmasola Un grito de libertad
(Sergio Montes sj, Bolivia).- A minutos de su partida desde tierras bolivianas rumbo a la continuación de su viaje al Paraguay sigue resonando con fuerza una voz profética que, después de escuchar los clamores, historias, confesiones y lágrimas de tres privados de libertad en la cárcel de Palmasola, elevó un grito esperanzado y esperanzador: "Reclusión no es lo mismo que exclusión".
Palabras sencillas, como las que suele decir Francisco, pero cargadas de profundidad y que manifiestan a modo de protesta la necesidad de atender las de miles de personas, hombres y mujeres, privadas de libertad que en el país viven situaciones asfixiantes de hacinamiento, retardación de justicia y falta de acciones eficaces para su reinserción en la sociedad.
El papa ha enfatizado que, si bien la reclusión es un elemento del proceso de reinserción, no es admisible que ésta se transforme casi automáticamente en exclusión. El sucesor de Pedro (apóstol que también tuvo la experiencia de estar en la cárcel) en sus palabras se ha mostrado preocupado por las acciones que generan una exclusión al interior y exterior de los recintos penitenciarios que están anulando la dignidad de las personas y las excluyen y marginan por falta de atención a un verdadero programa de reinserción social.
Estar preso, privado de libertad física, no equivale a perder los derechos, la dignidad ni la opción del ejercicio auténtico de la libertad. En palabras claras y bañadas de la situación que viven los presos en el país, algunos de éstos fueron testimonio y denuncia de lo que a diario acontece. Estas son situaciones que claman al cielo por justicia. El papa Francisco ha sabido escuchar esas voces y ha dado su palabra de aliento y esperanza.
No sólo ha pronunciado un grito liberador frente a la exclusión -y el descarte- que pueden vivir nuestros hermanos y hermanas presos sino también la invitación, amable pero enérgica, a quienes custodian los recintos carcelarios y los administradores del sistema penitenciario, señalando su "tarea de levantar y no rebajar; de dignificar y no de humillar; de animar y no afligir". Son ellos también responsables de las condiciones que se viven en las cárceles del país y no pueden convertirse en verdugos de sus hermanos.
Familias lloraron por el testimonio de sus seres queridos, en sus manos también crecieron aplausos ante la voz del pastor que pidió dignificar la condición de vida de los privados de libertad. En las lágrimas, los rostros y las manos se derramó la bendición que impartida por Francisco proviene de Dios... para liberar a los cautivos y anunciar un año de gracia del Señor.
El signo de un hombre, confesarse necesitado de perdón es la figura de una identidad apostólica: Francisco de los pobres, de los niños, de los ancianos, de los presos, de los migrantes. Con ellos ha compartido segundos o minutos mas en esa instantánea se ha abierto el futuro ante sus ojos.