ISABEL PAVÓN
Sergio, el joven de 21 años que subió a un tren de Barcelona culpa al alcohol de animarlo a hacer lo que hizo. Seguramente si hubiera ido acompañado por un amigo de carne y hueso le habría cargado el mochuelo. No me extraña. Digo que no me extraña que fuera solo. Su defensa es tan antigua como la vida misma: justificar nuestras maldades. Confiesa no saber lo que hacía. Que no se preocupe, los demás sí lo sabemos y estamos dispuestos a recordárselo.
También dice el agresor que nunca ha sido racista. A lo mejor ni es machista. Lo demostró debidamente. Por eso en vez de darle patadas al pasajero varón que estaba sentado cerca (que conste, no he deseado tal cosa) se fue para la menor ecuatoriana. Tampoco es un cobarde.
Puede leer aquí el artículo completo de esta
escritora evangélica titulado La humanidad en un vagón