Benditos los que construyen la paz
Cada nuevo año trae consigo la esperanza de un mundo mejor. Pido a Dios que nos conceda la concordia y la paz, para que se puedan cumplir las aspiraciones de una vida próspera y feliz para todos. Conflictos en curso, creciente desigualdad entre ricos y pobres, predominio de una mentalidad egoísta e individualista, terrorismo y delincuencia representan un peligro para la paz.
El deseo de paz es una aspiración esencial de cada hombre, y coincide con el deseo de una vida humana plena, feliz y lograda. La bienaventuranza de Jesús dice que la paz es al mismo tiempo un don mesiánico y una obra humana. Comporta la construcción de una convivencia basada en la verdad, la libertad, el amor y la justicia.
La paz no es un sueño, no es una utopía: la paz es posible. Auténticos trabajadores por la paz son, entonces, los que aman, defienden y promueven la vida humana en todas sus dimensiones. Quien quiere la paz no puede tolerar atentados y delitos contra la vida.
Uno de los derechos y deberes sociales más amenazados actualmente es el derecho al trabajo. El justo reconocimiento del estatuto jurídico de los trabajadores no está adecuadamente valorizado. Es necesario un nuevo modelo de desarrollo, así como una nueva visión de la economía. Se necesitan por parte de los estados, políticas de desarrollo industrial y agrícola que se preocupen del progreso social y la universalización de un estado de derecho y democrático.
Todos los que trabajan por la paz están llamados a cultivar la pasión por el bien común de la familia y la justicia social, así como el compromiso por una educación social idónea. En esta inmensa tarea están implicadas las comunidades religiosas. Las instituciones culturales, escolares y universitarias desempeñan una misión especial en relación con la paz. A ellas se les pide una contribución significativa en la formación de nuevas generaciones de líderes y en la renovación de las instituciones públicas.
Hay que proponer y promover una pedagogía de la paz. Pensamientos, palabras y gestos de paz crean una mentalidad y una cultura de la paz, una atmósfera de respeto, honestidad y cordialidad. Es necesario enseñar a los hombres a amarse y educarse a la paz, y a vivir con benevolencia, más que con simple tolerancia.
Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo