Centenario del genocidio armenio
“La humanidad conoció en el siglo pasado tres grandes tragedias inauditas: la primera, que generalmente es considerada como ''el primer genocidio del siglo XX'' afligió al pueblo armenio, primera nación cristiana, junto a los sirios católicos y ortodoxos, los asirios, los caldeos y los griegos. Las otras dos fueron perpetradas por el nazismo y el estalinismo”.
Estas palabras del Papa generaron una protesta de las autoridades turcas que nunca han querido calificar de genocidio el plan de exterminio de más de un millón de armenios, hace exactamente un siglo. Pero los documentos que reposan en los archivos vaticanos, de los cuales se ha dado reciente noticia, y de otros archivos, dan fe de la matanza perfectamente orquestada en el imperio otomano para erradicar esa minoría cristiana.
La derrota otomana en la guerra balcánica de 1912-1913, con los Estados cristianos como protagonistas y una masa de turcos trasladados a Anatolia, había creado el clima para que el objeto de construir una nación turca unitaria se viese reforzado por el odio. El documento más importante conservado hoy en los Archivos Nacionales de Kew es un decálogo de medidas para el exterminio de los armenios en Anatolia, bautizado por los ingleses como “los diez mandamientos”.
El Comité de Unión y Progreso tomó la decisión del exterminio. De las comunidades étnico-religiosas que integraban el Imperio, la Armenia era el último enemigo a afrontar. Tenía una fuerte presencia en Estambul y en el este de Anatolia y contaba con unos dos millones de miembros, pero sin formar una clara mayoría. Era el principal obstáculo y también, por su aislamiento geográfico, el más frágil con vistas a su aniquilamiento.
El punto quinto del decálogo decía: “aplicar medidas para exterminar a todos los hombres de menos de 50 años, a sacerdotes y maestros, dejando a muchachas y a niños para ser islamizados”. El noveno era igualmente claro: “matar a todos los armenios en el ejército, el cual se encargaría directamente de la labor”.
La llama eterna de la discordia sigue encendida, todos los investigadores no consideran la matanza un genocidio, pero no todos los historiadores turcos lo niegan. Pero acercar posiciones entre ambas comunidades parece aún muy lejano. Conmemorar este triste episodio no es para abrir más heridas, sino para buscar que turcos y armenios no crezcan a espaldas los unos de los otros, pues es necesario buscar una solución justa que sea aceptable por los dos países.
Estas palabras del Papa Francisco son una campanada que toca las fibras más profundas de los hombres de todos los tiempos y lugares: “Da la impresión de que la familia humana no quiere aprender de sus errores, causados por la ley del terror; y así aún hoy hay quien intenta acabar con sus semejantes, con la colaboración de algunos y con el silencio cómplice de otros que se convierten en espectadores. No hemos aprendido todavía que ''la guerra es una locura, una masacre inútil''.
En estos días nos hemos unido en oración y afecto fraterno con las comunidades armenias radicadas en Venezuela, ortodoxos, católicos y de otras denominaciones. La paz es tarea de todos y la reconciliación y la misericordia el desafío para superar los conflictos.
Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo