Dios nos dio los ojos para ver

Hace tiempo viví una experiencia muy particular. Empezaba el tiempo de Adviento y el aire ya olía a Navidad. No porque los escaparates estuvieran saturados de consumo. Aquí, en Centroáfrica, no hay ni escaparates ni consumo. Aquí la Navidad se acerca cuando los catecúmenos se preparan al encuentro con el Señor y la comunidad cristiana se acicala para organizar una liturgia que llene de alimento el alma.

También aquí ponemos un pesebre. Este año se hará con la buena caja de madera que nos trajo las placas solares en el último conteiner. Jesús, el centro de la historia es el centro de nuestra Navidad. Pero este año, por unos días, parece, digo bien parece, que alguien le arrebató el sitio. Sucedió en Bangassou, donde vivo cuando no estoy de gira por los caminos de ésta diócesis de 134.000 kilómetros cuadrados. Y ese alguien se llamaba María.

La trajeron en una carretilla, el hijo mayor tirando de ella y otros 4 revoloteando alrededor. Ella se había tumbado en este vehículo de fortuna para que la llevaran al “Buen Samaritano” un centro de acogida apartado y cálido para atender a los enfermos de sida en fase terminal. Se colocó, encogida sobre si misma, los pies moviéndose por encima de la rueda, como si su deseo fuera de encarar la muerte en la misma postura fetal que, durante 9 meses, había esperado para asomarse a la vida.

“El Buen Samaritano” es el primer centro de ese estilo, no sólo en la diócesis de Bangassou sino en toda Centroáfrica. La idea es que ese 18% de seropositivos que hay en toda la Prefectura tengan algún sitio donde dirigir la mirada con esperanza o para morir con dignidad o para seguir algunos años adelante a base de comida adecuada, tratamiento antibiótico y descanso.

Esta mujer de 34 primaveras, más bien de 34 inviernos crudos, era Maria, así, simplemente, como la de la Soledad o la de los Dolores, que tanto se aman por toda la geografía española, María de 40 kilos de peso corporal o la del Desconsuelo, que todos los adjetivos le cuadraban bien.

Di las gracias al chaval por haberla traído. Aquí tendrá siempre una especie de cena de Navidad, un plato de mandioca bueno con carne fresca, además de una cama limpia y tiempo para reponerse. No dijo nada. Sólo movió sus hombros como para decir que qué otra cosa podríamos hacer con ella en casa. Al día siguiente se fue y no volvió por el “Buen Samaritano”. Otro candidato a la huída por el desierto mirando a Europa, única manera de romper este perpetuo caminar sobre vidrios rotos. Si nadie lo ayuda, este chaval tiene por futuro una calle sin salida. Y al final, qué más da morirse de hambre o de sida o morir ahogado, en combate desigual con el mar, en el largo de Fuerteventura!

Maria fue acogida por el personal del centro que la puso en pié, la lavó con jabón de aceite perfumado, la tendió en una cálida sábana de algodón y empezó a alimentarla dulcemente con una botella de suero salino al 5%. Como si fuera en la cálida cuna de Navidad, rodeada de paja limpia y cariño, pero esta vez no era Jesús el yacía en ella sino su propia Madre. La religiosa que dirige el centro le dio ánimos, le acarició las manos, le dijo que abriera los ojos porque sus hijos estaban a su lado y no querían ver a su madre tan postrada.

-“Maria, los ojos son para ver, la vida para vivirla que aún eres muy joven. Mira a tu alrededor, mira la belleza de la selva que nos envuelve, mira como todos los enfermos luchan por salir adelante…

El Buen Samaritano tiene 30 camas pero muchos pacientes viven en sus casas y vienen regularmente cuando hay distribución de víveres PAM o una nueva dosis de tratamiento que continuar. El centro sigue unos 850. Algunos de ellos incluso son tratados con triterapia, después conseguir enviar su sangre a 750 Km de Bangassou para analítica y determinación de carga viral… Pero son muy pocos antibióticos para tanto enfermo y muy poco presupuesto para tantos kilómetros. El Buen Samaritano se construyó con la ayuda de muchos amigos, con el óbolo de muchas viudas, con la oración de mucha buena gente que hay en nuestras calles. Un proyecto para enfermos terminales. Pero hay otros proyectos de la diócesis que apuntan a los jóvenes, a los marginales, a las madres solteras, a los sin rumbo fijo. Con las ayudas de gente maravillosa hemos empezado una escuela técnica que será algo grande dentro de unos años, cuando los primeros aprendices sepan construir el resto de su propia escuela. Empezamos con carpintería, albañilería, costura… Proyectos que les indican unas cuantas razones para un mañana sin cortocircuitos, para no tener que mirar al futuro pensando sólo en la ruta de las Canarias.

María siguió con vida unos cuantos días hasta que con las últimas diarreas se le fue yendo la vida a cámara lenta. Otros muchos pacientes remontan la cuesta, agarran fuerzas, recobran la sonrisa y vuelven a casa. El sida sigue paseando por sus venas pero el momento crítico ya pasó y abren los ojos a la vida para luchar contra la muerte. Las estadísticas nos hablan de que la enfermedad puede hacerse crónica con medicación justa, descanso y sana alimentación. Al menos se puede alargar la vida por bastantes años y ver crecer a los hijos hasta que el cuerpo no de más de sí. En el continente africano y en Centroáfrica, el 7º país más pobre del mundo, es difícil que se dure muchos años. Mas bien el contrario, con la calidad de vida y la deficiente alimentación, el sida hace estragos difíciles de imaginar en Europa. El Buen Samaritano hace que muchos enfermos añadan muchas hojas al calendario de la vida. Con otros, sin embargo, como María, el tiempo devoró sus pocas fuerzas y llegaron al “Buen Samaritano” en fase terminal aguda, sin defensas corporales y sin ganas para luchar. Amiga muerte la esperaba a la puerta, más que para llevársela a empujones, para ayudarle a terminar un largo calvario que empezó con un juego de amor arriesgado, un amante desenvuelto o quién sabe qué cosa.

- “María, lucha un día más, le dice la religiosa, abre los ojos y mira a los tuyos, que Dios nos dio los ojos para ver…” María, desde su cuna de niña de Navidad, rodeada de pastores silenciosos y de ángeles impacientes, conseguía tan sólo susurrar:

- “Ma soeur, es verdad que nos dio los ojos para ver, pero nos dio también los párpados para cerrarlos”.

La Navidad llegó y Maria pasó de este mundo al Padre. Pensé a menudo en ella diciéndome que sí, que Dios nos dio también los párpados para cerrarlos pero no sólo para empezar a morir, sino, sobretodo, para empezar a rezar.
Volver arriba