Gasolina inflamable

¿A quién favorece los precios bajos del combustible? Se dice que es a la población en general, a los más pobres. ¿Será eso tan cierto? Se atribuye el problema al contrabando y al bachaqueo. Los entendidos afirman que la venta de particulares, vaciando su tanque para obtener unos churupos representa un porcentaje muy bajo respecto a la cantidad que salta la frontera para jugosos negocios que sólo pueden hacerlo quienes tienen los medios y las riendas del poder. Cerrar la frontera de noche y poner miles de soldados en los puestos fronterizos no parece que sea la mejor solución. Hay que oír a quienes viven en la frontera y ven pasar en horas intempestivas enormes gandolas... Otros afirman que por vía marítima también sale furtivamente el combustible.
A todas estas, quienes pagan los platos rotos son los habitantes de la frontera. Pregúntenle a quien vive en el Táchira, el calvario que supone echar gasolina. Como una hiedra, el chip para llenar el tanque en condiciones restrictivas respecto al resto del país va creciendo y se hace obligatorio en los estados vecinos.
Los argumentos esgrimidos tanto por el gobierno como por otros líderes, no parece que sea un manejo correcto del problema. Es evidente que la gasolina tiene que aumentar de precio y significativamente. Porque de lo contrario, el tema del contrabando seguirá. ¿Se puede catalogar de delito que una persona venda al mejor postor lo que compró a precios irrisorios? Hay que ir a la raíz del asunto y no a las ramas.
Recuerdo una entrevista a un ministro español a mediados de los años setenta, cuando el primer gran aumento del petróleo, sobre qué opinaba sobre el precio de la gasolina. Señaló que no le preocupaba que la gasolina fuera cara, eso era evidente. Lo que había que resolver era la promoción de empleo, apoyar nuevas inversiones privadas, procurar mejores sueldos para que la gente tuviera cómo pagar el combustible. Si uno logra obtener con el trabajo una buena remuneración, muchas cosas inaccesibles se vuelven asequibles. La demagogia sólo sirve para aumentar la injusticia y la corrupción. Lo que no favorece la equidad es camino a la injusticia y aumenta la brecha que genera mayor conflictividad social. No hagamos inflamable lo que con el buen uso puede ser un recurso útil.
Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo
Arzobispo de Mérida (Venezuela)