Prostitución

Tal como lo indica el diccionario, la prostitución no se refiere exclusivamente a las relaciones sexuales. Etimológicamente el vocablo significa exponer indebidamente. En este sentido es todo lo que deshonra, degrada o envilece por intereses indignos. Una de las características de las sociedades modernas, apoyadas en el poder, el dinero, la manipulación, el (ab)uso de las tecnologías de la comunicación y la falta de controles, es el de “prostituir” a la ciudadanía, convirtiéndola en una masa dependiente y subyugada por ofrecimientos que degradan la dignidad de la persona humana.

Ejemplos sobran. La publicidad mentirosa que vende un producto ofreciendo como gancho otra cosa que no tiene nada que ver con el producto, es prueba de ello. Puede más la conservación del poder, el comercio o la ganancia, amparada en la lenidad de las autoridades, que el bien social y la salud física y psíquica de la población. Los escándalos de la FIFA forman parte de este catálogo. Un espectáculo atrayente, inocuo y bueno para todos, es aprovechado por sus promotores no sólo para el enriquecimiento personal, sino para una corrupción que se desparrama como un cáncer que todo lo envilece.

La sociedad venezolana está enferma de un envilecimiento permanente y progresivo. La destrucción de la institucionalidad, dejando al libre albedrío de la autoridad de turno la interpretación y decisión sin tomar en cuenta la ley, la separación de poderes o el bien del ciudadano. Todo queda a la discrecionalidad del momento generando abuso y corrupción. Es una degradación de la convivencia ciudadana y del respeto a la condición humana.

La sistemática negación de la responsabilidad que la autoridad tiene ante la vida social, atribuyendo a otros los defectos o fallas, induce a achacar a los demás lo que toca resolver a quien ha asumido la conducción de la sociedad. Hay problemas que son reales y son negados paladinamente. El vandalismo y la violencia, la falta de medicamentos o de atención hospitalaria, por ejemplo, se atribuye a campañas difamatorias. Basta con ver la infinidad de personas que acuden pidiendo ayuda para cualquier intervención quirúrgica o tratamiento especial, pues deben llevar desde lo más elemental hasta los insumos más costosos. Somos el mejor país del mundo en todos los órdenes pero no se permite visitar a los presos políticos o que organismos internacionales observen los comicios. “No permitimos injerencia de nadie”, y nuestras embajadas son focos de propaganda política. Estamos ante un envilecimiento de la conducta ciudadana. Se prostituye al ciudadano en pro del que tiene el poder.

La credibilidad y confianza se resquebraja. No hay nada más dañino para la convivencia social que desconfiar en quienes tienen la responsabilidad de velar por la verdad, la trasparencia, la igualdad de los ciudadanos. La defensoría del pueblo y los poderes públicos se mimetizan en uno solo, en el ejecutivo, convirtiéndose así en el único referente de todo. Mal síntoma porque sin respeto a la vida, a la pluralidad, a la aceptación del otro, no se construye la felicidad de un pueblo. Al contrario se prostituye, se degrada, se envilece a la persona. Y ello es negación de la igualdad democrática y moralmente, es inaceptable.


Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo
Volver arriba