125 años de la Adoración Nocturna
En su carta Dominicae Cenae, Juan Pablo II escribió: “La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este sacramento del amor. No ahorremos tiempo para ir a su encuentro en la adoración”.
Cuando este Papa visitó España por primera vez, el 31 de octubre de 1982, su primer acto público fue asistir a un encuentro de la Adoración Nocturna en la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, una de las de mayor capacidad de Madrid. Unas 50.000 personas se congregaron en el templo y sus alrededores. De este modo, adorando a la Hostia Santa en estas últimas horas del día, quiso comenzar sus encuentros. El primero con el Señor sacramentado. Es lo que hacéis vosotros cuando os reunís para adorarlo en el silencio activo de vuestra plegaria.
Desearía fijarme en este aspecto esencial de la adoración, tan necesaria siempre y más aún en un tiempo en el que las personas están llenas de solicitaciones para hacer algo, entretenerse, informarse de todo, de modo que con frecuencia no se “tiene tiempo” para Dios ni para meditar en lo más profundo de nosotros mismos.
En el silencio de la oración encontramos a este “Dios escondido” que está en la eucaristía, y hallamos el sentido de nuestra vida, que no se reduce a pura actividad, ni a una búsqueda enfermiza del placer. Con palabras inaudibles, el Espíritu Santo, pondrá en nuestros corazones, en estos momentos, los propósitos y acciones que más nos conviene emprender.
Otra característica de vuestra adoración es que no se detiene cuando llega la noche. Adoración Nocturna es vuestro nombre.
Nos lleva a pensar en las ocasiones en las que Jesucristo, nuestro modelo, pasaba las noches en oración. El Evangelio nos cuenta algunas, como aquella en que se le hizo de día en diálogo con su Padre celestial, antes de escoger a los doce apóstoles. O aquellas que dedicaba a hablar y atraer a la fe a Nicodemo, aquel personaje principal que, por temor a los judíos, “iba a Jesús de noche”. Más memorable que ninguna, fue aquella última noche de la agonía en el huerto de Getsemaní, cuando su pasión era inminente.
Pensando en estas ocasiones, en la necesidad de oración en todo momento y, sobre todo en circunstancias de la vida especiales, os animo a que perseveréis en la Adoración Nocturna, en que llevéis a estos tiempos de recogimiento y de presencia eucarística las necesidades personales y sociales para que construyamos entre todos un mundo más divino, que será también un mundo más humano.
† Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y Primado