La partida del nuncio

Cuenta Javier Morán en La Nueva España que la partida del nuncio Manuel Monteiro de Castro a Roma -al haber sido nombrado secretario de la Congregación para los Obispos- abre en términos nacionales una interesante expectativa sobre su sucesor; y, en términos diocesanos, produce la casualidad de que al incorporarse Monteiro a dicho dicasterio vaticano podría encontrarse sobre la mesa con la terna de candidatos al arzobispado de Oviedo que él mismo ha confeccionado durante los últimos meses.

Respecto a lo primero, el nuevo nuncio apostólico en España no tardará en llegar, según todas las previsiones. Afirmar que será un hombre de confianza del secretario de Estado, cardenal Bertone, es decirlo todo y no decir nada. Sin embargo, a la vista del extendido poder bertoniano, y de lo que significa la nunciatura española, la afirmación cobra otro sentido. En el escalafón diplomático del Vaticano se suele considerar la legación en España la segunda en relevancia, únicamente por detrás de París, y ciertamente por delante de algunas como Washington (que además es pro-nunciatura, ya que la Santa Sede nombra pronuncios -y no nuncios- en aquellos países donde el legado papal no es reconocido como decano del cuerpo diplomático). A este escalafón hay que añadir el momento de evolución de la sociedad española, sobre la que Roma no desea la pérdida de su condición de faro de la cristiandad.

Por tanto, se habla de que Bertone envíe a su brazo derecho, al hombre más valioso con el que cuenta en la Secretaría de Estado y una persona que conoce España a la perfección. Pietro Parolin es el protagonista de este rumor de ángeles, aunque como circunstancia contraria a su nombramiento figura el hecho de que significaría un salto enorme, ya decimos, a la segunda nunciatura del orbe católico, y además para un clérigo que no ha alcanzado aún el rango de obispo.

En cuanto a Monteiro, la voluntad del Papa lo lleva al corazón de la fábrica de obispos del Vaticano, probablemente el dicasterio de gestión más importante de la curia. Pues bien, sobre su mesa de secretario, o sobre la que deja en la Nunciatura madrileña, reposan los informes sobre el venidero arzobispo de Oviedo. Sobre los posibles nombres se ha mantenido un sosiego respetable en los últimos meses. No obstante, conviene anotar que los únicos susurros existentes mantienen vivas dos opciones, ya mencionadas aquí tiempo atrás: Jesús Sanz Montes, de Huesca-Jaca -al que algunos destinan, sin embargo, a Cartagena-, y Santiago García Aracil, de cuyo palacio arzobispal en Mérida-Badajoz siguen saliendo mensajes de partida hacia el Norte.
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