Lo que Benedicto XVI piensa del islam

Eran aquellos años los de un mundo revuelto, pero no menos que los actuales y, de hecho, acaba de ser la diplomacia vaticana la que ha refrenado lo que podría haberse convertido en un choque entre las dos mayores fuerzas religiosas del mundo, tras la airada respuesta del islam a las palabras de Benedicto XVI en la Universidad de Ratisbona. Las adhesiones al pontífice, procedentes de instancias políticas y del pensamiento, católicas o no, también han ayudado, pero el radicalismo mahometano las podría haber interpretado como una ofensiva global de Occidente. Por ello, el bálsamo de los nuncios, principalmente en los países islámicos, ha sido definitivo.
No obstante, por tres motivos tendrá que seguir hablando el Papa del islam, aunque la ira islámica le obligue a modular el mensaje. Primero, porque bajo la cura de ánimas del pontífice hay no pocos cristianos en regímenes islámicos. Coptos, asirios, caldeos, maronitas, melquitas, armenios, jacobitas, latinos, etcétera, padecen bajo la babucha del mahometismo.
Segundo, por el inminente viaje, que se mantiene, de Benedicto XVI a Turquía, en noviembre, invitado por el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomeo I, y por el Gobierno de Ankara. Será un periplo complicado. Siendo cardenal, Ratzinger advirtió varias veces que sería un error la incorporación de Turquía a la Unión Europea mientras este país no garantizase la libertad de conciencia y religión.
La moderna Turquía nació masacrando armenios y expulsando a los griego ortodoxos. En un país de 70 millones de habitantes, casi todos de fe islámica, hay hoy 60.000 armenios ortodoxos, 25.000 judíos y unos 3.000 griegos ortodoxos pertenecientes al patriarcado de Constantinopla. Estos grupos disponen de cierto estatus legal, aunque el Gobierno no reconoce el carácter ecuménico del referido patriarcado respecto a todos los ortodoxos.
Más a la intemperie legal están 100.000 cristianos, de ellos 25.000 católicos, 10.000 ortodoxos de rito siriaco y 3.000 protestantes. El viaje del Papa tiene por tanto un triple objetivo: reforzar relaciones con los ortodoxos -dentro de la difícil tarea ecuménica que se ha marcado el pontífice-, reclamar derechos para los cristianos y, sobre todo ello, exigir la libertad religiosa, cuestión que influirá en la incorporación de Turquía a la UE. Para todo ello, el moderado primer ministro Recep Tayyip Erdogan despierta simpatías en el Vaticano.
En tercer lugar, el Papa viene dándole vueltas al islam desde hace tiempo. No en vano le dedicó una de las sesiones de su particular, y casi secreto, «think tank», o tanque de pensamiento, o grupo de reflexión de antiguos alumnos de Ratzinger -precisamente de Ratisbona- que, una vez al año, se reúne con el ahora pontífice.
La primera de estas sesiones se celebró en 1977. En agosto de este año se celebró la última, en Castel Gandolfo, y versó sobre evolucionismo y darwinismo. La de 2005 estuvo dedicada al islam.
Pese a la discreción de la cita, uno de los participantes, el jesuita Joseph Fessio -rector de la Universidad Ave María de Nápoles, en Florida (EE UU)- reveló a los pocos días en un programa de radio cómo Ratzinger -que solía intervenir sólo al final de las reflexiones- interrumpió en aquella ocasión una ponencia sobre las posibilidades de reinterpretación del Corán y de la legislación coránica, la Sharia.
Benedicto XVI argumentó del siguiente modo: Alá ha entregado su palabra a Mahoma, pero es una palabra eterna, intocable. No es la palabra de Mahoma. No hay posibilidad de interpretarla o adaptarla. En cambio, en el cristianismo, Dios ha obrado a través de sus criaturas. Es la palabra de Dios, pero también es la palabra de profeta Isaías, o la del evangelista Marcos. Por tanto, la lógica interna de la Biblia cristiana es la de permitir y requerir que sea adaptada y aplicada a nuevas situaciones, mientras que la inmutabilidad del Corán atasca al islam en un texto inadaptable.
Cuando el vaticanista Sandro Magister hizo públicas estas reflexiones del Papa, varios jesuitas presentes en el encuentro de Castel Gandolfo las matizaron. Según Samir Khalil Samir, egipcio, profesor de la Universidad de San José de Beirut, restó dramatismo a dicha cita del Papa e indicó que Benedicto XVI tenía esperanza en cierta evolución del islam, aunque muy lenta. Su tesis, en definitiva, era que sólo si se resuelve la teología del Corán y de su revelación se podrá aspirar a reformas políticas y de libertades en los países islámicos. Turquía será la primera prueba, aunque bajo la ceñuda mirada del fundamentalismo.
Javier Morán (La Nueva España)