La familia cristiana ha desarrollado un complejo de persecución sin fundamento

Al contemplar a las familias católicas de Colón y a sus párrocos, uno no veía inflamados enemigos de toda evolución social. Pero tampoco a víctimas de una persecución religiosa para las cuales el Gobierno tuviera dispuesto un gueto que dejara el hueco para las minorías favorecidas por leyes como la del matrimonio homosexual. La familia cristiana ha desarrollado un complejo de persecución sin fundamento porque se siente agredida por la pérdida del monopolio moral, como si la incorporación de otras fórmulas que no son consecuencia «de la gracia de Dios» y de «la donación esponsal del varón a la mujer» pasara por su desaparición o por un regreso a la clandestinidad de las catacumbas.

Monseñor Rouco impuso como ejemplo de «verdadera familia», única en el canon, a la Sagrada Familia de Nazareth. Es complicado que el modelo de familia normal esté representado por una virgen al que un arcángel le anunció que había sido fecundada por el Señor: casos así no abundan en las maternidades de la Seguridad Social. Pero es que además la sociedad se ha vuelto más compleja, los derechos civiles son algo más que «una moda», y sólo el narcisismo de la verdad absoluta convierte en causa de reivindicación a lo Día del Orgullo a una opción familiar que no está perseguida ni en vías de extinción, sino que sólo ha de adaptarse a un mundo cambiante como hace sólo un par de generaciones, y no sin polémica, se acostumbró a los nuevos tipos de familia salidos de la ley del divorcio y las segundas nupcias, y que hoy constituyen rutina.

Rouco dijo en su homilía que es «posible vivir la familia de forma muy distinta a la que en tantos ambientes de nuestra sociedad está de moda». Pues claro que es posible: ¿quién lo impide?

David Gistau (El Mundo)
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