Hola, Josemari, paz y bien en Cristo Jesus. Espero que todo esté bien contigo y con los tuyos. Te escribo porque hace un par de días me llego la noticia de que mi buen amigo Adrian había pasado a mejor vida. Adrian se había ordenado a principios de los 60, unos años antes que yo, y se secularizó a principios de los 70. Tuve ocasión de conocerlo aquí, y puedo decir que era una persona excepcional en todos los sentidos. Sé que deó el ministerio convencido de que era cuestión de meses o pocos años para que se aboliese el celibato obligatorio y el pudieses volver a ejercer el sacerdocio. Pero se nos ha ido, como se están yendo tantos otros que dejamos el ministerio por aquellos años. Es una vergüenza, como te dije en otra ocasión, que el Vaticano haya dado la espalda a estos miles de sacerdotes que podíamos haber aportado tanto a las comunidades cristianas.

Mientras tanto, sigue haciendo la vista gorda y arropando a tantos curas, obispos y aun cardenales que están enfangados hasta las cejas. Me indigno cada vez que escucho a un obispo, o al Papa, repetir el mismo mantra: "Nuestra prioridad es la protección de los menores, nos duele profundamente el dolor de estas víctimas, tolerancia cero, etc."

Son palabras falsas. La prueba? Hace veinte o treinta años existían estos mismos casos de pederastia y corrupción, pero la actitud de la Iglesia era ocultarlos por todos los medios. Nadie hablaba públicamente de profundo dolor causado a las víctimas o de pedir perdón. El mantra entonces era: "Que nadie se entere, hay que evitar el escándalo." Seguramente que tu, como yo, has conocido mas de un caso en que por medio de un traslado oportuno o una compensación monetaria, se echaba tierra al asunto y aquí no ha pasado nada. Las víctimas eran un engorro y un estorbo que había que ocultar.
Me consta que Adrian guardaba con esmero el cáliz que su familia le había regalado cuando canto misa. Me entristece saber que se nos fue sin poder cumplir su sueño de poner un dia otra vez su cáliz sobre el altar. Para mi Adrian es un santo al que ruego que nos ayude a cambiar algunas cosas en nuestra querida iglesia.
Un saludo afectuoso,
Pedro



José María Lorenzo Amelibia

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