Una señora, Ana María, hubo de ingresar en el hospital por urgencias. Sufría perforación de duodeno y se temía lo peor. “Me encomendé a Dios – decía a una amiga – y exclamé: que sea lo que Él quiera”. “Cuando ingresé pedí a la enfermera que me pusiera en contacto con el sacerdote. Quería comulgar y también confesarme. ¡Cuánto me gustaría su visita todos los días!”.
Así hay que hacer. Más vale un por si acaso que entregarse a la aventura. Hoy en día siguen bien atendidos los hospitales públicos en cuestión religiosa, aunque funcionen de una manera distinta de antaño. Conozco varios centros de salud residenciales y en todos existe un grupo formado por sacerdotes, religiosas y alguna persona seglar que actúan en grupo para poder llegar al mayor número de pacientes. Administran a los enfermos, además de los sacramentos, ánimo, serenidad, esperanza, y saben escuchar las preocupaciones e inquietudes de sus pacientes. Los he visto trabajar muy bien. Este servicio espiritual funciona las veinticuatro horas del día. El equipo suele reunirse con periodicidad para comunicarse lo que puede ser de interés para todos, y así consiguen tener una idea sucinta de cuanto ocurre en el hospital. Estos buenos samaritanos no esperan a que alguien requiera sus servicios, suelen recorrer las habitaciones y se ofrecen para lo que sea oportuno.
“Los pacientes – decía un capellán – saben que pertenecemos a la Iglesia Católica, pero también son conscientes de que estamos para lo que sea, y por supuesto para atender todo lo referente al espíritu”. Cuando se trata de personas pertenecientes a otra religión, no los abandonan, y en ocasiones les han ayudado a localizar a su pastor correspondiente.
Nos cuentan estos capellanes y voluntarios de la fe cómo todos los años administran o facilitan varios millares de comuniones, así como el sacramento de la Penitencia y la Unción de los Enfermos. Recordamos que la Santa Unción se puede recibir antes de una operación quirúrgica delicada, y que la mayoría de los pacientes sobrevive después. Juan Pablo II recibió este sacramento en cinco ocasiones.
Esta atención de tipo religioso se ofrece a todos, y muchos la utilizan; de una manera especial las personas mayores. Quienes se encuentran solos y los inmigrantes recuerdan con una especial emoción a estos ángeles de los enfermos. El 98% recibe bien la visita de capellanía.
Hemos de estar abiertos desde ahora a esta relación con el sacerdote y sus colaboradores cuando ingresamos en el hospital. Para muchos ha sido el momento de plantearse un cambio de vida a mejor, un encuentro con Dios, del que tal vez se habían olvidado demasiado.
José María Lorenzo Amelibia
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